8 de mayo, día de la mujer (trabajadora).
Habría que hacer una encuesta.
Por una extraña razón, la mujer cuando se casa se considera en derecho
de cambiarte.
Es más, cambies o no cambies, siempre tendrás la culpa de todo lo que pase
en el mundo mundial.
Incluso aunque sólo pases por allí.
Esta mañana me he llevado una bronca de órdago. De mi mujer, de quién
si no.
Normalmente me levanto antes que ella, me visto y salgo cuando ella se
levanta.
Por alguna extraña razón hoy ha decidido levantarse temprano e ir al trabajo
antes.
El caso es que cuando estaba preparándome para salir me ha dado un apretón,
mi apretón matutino, y he ido al baño.
He ido justo en el momento en el que ella quería entrar, así que ha tenido
esperar ha que yo terminase (yo estaba ahí, feliz, ajeno a la que se me venía
encima).
Al terminar de aliviarme los nubarrones han descargado tormenta.
Que si no tengo ninguna consideración con ella, que si no me preocupa su
trabajo, que si justo hoy que quería entrar pronto me tengo que poner a
cagar, ...
Con la que me estaba cayendo encima, cualquiera le dice que cago todos
los días; con el tiempo aprendes que cuando comienza el chaparrón lo
único que puedes hacer es esperar a que escampe, asintiendo a todo lo
que dice, tenga razón o no, estés de acuerdo o no.
Es peor si intentas demostrarle que está equivocada; si lo haces, preferirás
no haberte levantado esa mañana.
Así que ahí estaba yo, recibiendo una bronca por hacer lo que mi rutina me
lleva a hacer todas las mañanas, por haber hecho mi rutina en el día en que
ella decidió romperla.
¿Pero no tenía prisa? Coño, sigue echándome la bronca; que se vaya ya al
trabajo de una vez. Parecía que se hubiese olvidado de que tenía algo
urgente que hacer en la oficina.
Por fin se fue; se fue sin dejar de echarme la bronca. De hecho, después de
cerrar la puerta de casa, seguía echándome la bronca. De hecho, cuando
sonó la puerta de la calle, seguía echándome la bronca.
Las mujeres de esta ciudad tienen una aliada excepcional a la hora de
hacernos la vida imposible a los hombres, Esperancita Castro, que ha
puesto cobertura en el metro. A los cinco minutos me sonó el móvil; era
mi mujer echándome la bronca desde el metro.
Y la bronca siguió hasta que salió del metro. Para que no se le cortara la
llamada, dió una vuelta para ir por el semáforo en lugar de utilizar el
tunel que usa siempre.
Y cuando llegó al control de acceso, seguía la bronca, de hecho pasó por el
arco de seguridad abroncándome. El arco de seguridad pitó, evidentemente,
pero el vigilante de seguridad le tuvo que ver la cara de cabreo y no osó
interrumpirla.
Subió al ascensor y ni ahí acabó la ducha.
- ¿Me oyes? Que no tienes consideración ninguna. ¿Estás ahí? Yo me levanto
temprano porque tengo mucha tarea y tú me boicoteas. Sigues ahí, ¿no?
Clin. El ascensor llegó a su planta, pero eso no le hizo parar. Siguió con su
monólogo pasillo arriba, pasillo abajo.
- Que no, que no, que no puede ser. Te tienes que tomar más en serio nuestra
relación ... Hola, ¿qué tal? (el tono había cambiado radicalmente; evidentemente
ya no estaba hablando conmigo). ¿Cómo?, ah sí claro, voy con vosotras ...
Cielo (otra vez a mí, con el mismo tono de bronca), que no puedes ser tan
egoísta. Bueno, te dejo; nos vamos a tomar café. Ya hablamos. Adios.
Tuuut, tuuut, tuuut.
¿Qué se va a tomar un café? ¿Dónde ha quedado todo ese trabajo que tenía
que recuperar? ¿Para eso me llevo la bronca?
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua:
maridazo:
(Del aum. despect. de marido).
1. m. coloq. Marido demasiado condescendiente.
No me siento identificado. Creo que se adecúa más:
calzonazos:
(Del aum. de calzones).
1. m. coloq. Hombre de carácter débil y condescendiente.
Bueno, pillarme, pillarme, relativamente, porque yo no veo la tele, ni en analógico,
