28 agosto 2006

060828 Placeres prohibidos

Para los que estamos acostumbrados a vivir cerca del trabajo, tardar más de media hora en llegar a la oficina es ya un suplicio, sobre todo si dependes de un sistema de transporte público relativamente caótico.

Bueno, no lo estoy llevando mal ahora que tardo hora y media en llegar y otro tanto en volver, al menos he recuperado la lectura, placer prohibido en estos tiempos extraños. Podía haber optado por muchos de los millones de libros que me faltan por disfrutar y, en algunos casos, sufrir, pero en este mundo de locos estoy convencido de que no hay mejor opción que El Quijote.

Si aguanto más en el trabajo es porque quiero completarlo, si no, ya hubiera presentado mi dimisión irrevocable; debe ser la primera vez en la historia que el límite laboral en una empresa está fijado por la lectura de un libro.

No es que quiera acelerar mi marcha de la empresa, pero es que Cervantes engancha y no puedo evitar encontrar momentos para leer algún párrafo más, aparte de mi condena diaria de 3 horas, claro.

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