Qué fácil resulta hablar de amores y desamores cuando no se es parte interesada. ¿Quién no conoce algún caso crítico en el que hasta las piedras claman por su inviabilidad, quién no se ha asombrado de aquellos que no encuentran motivos suficientes para unirse cuando todos los ven como mitades de un mismo todo?
Qué frágil es la memoria cuando se trata de recordarnos que nosotros en algún momento estuvimos ahí, que el velo era tan opaco que ni la luz lo atravesaba, que el encantamiento era tal que los molinos eran gigantes como nunca los hubo y que, en fin, la carne es débil, pero más débil aún es la materia gris.
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