Mi primer recuerdo de infancia es mi madre entrando en mi viejo dormitorio de pueblo y diciéndome “venga, niño, arriba, no vayas a llegar tarde el primer día". Entonces se llamaba parvulario y era el mundo exterior que nos aguardaba, lo desconocido, la aventura que afrontábamos con más admiración que miedo.
Ahora soy yo el que despierta a mi hija. En su primer día he utilizado las mismas palabras que mi madre empleó conmigo, esperando que la reacción fuera semejante y que el recuerdo perdurase.
No, creo que no ha sido igual; ha soltado algún tipo de gruñido ininteligible y ha dicho, en su corto lenguaje, que si tan interesado estaba, que fuese yo; ¡Ay, hija mía, si yo pudiese …!
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