Se le intentará dar toda la apariencia de legalidad internacional que se quiera.
Da igual; sigue siendo una guerra.
Evidentemente no es la demencia megalómana de Aznar, pero es (casi)
igual de triste. Nuestros aviones y barcos no harán otra cosa que vomitar
bombas.
Y curiosamente quienes nos arrastran a la guerra son, ¡oh, casualidad!, los
mismos que les reían las gracias al dictador de turno. Hasta hace unos días
eran un mal necesario y ahora son un tumor a extirpar.
Y para colmo, nos metemos de lleno en un conflicto en el que está cundiendo
la descoordinación entre los aliados. No digo que el que haya entrado ZP en
escena haya contagiado su improvisación.
Triste, muy triste.
De esto no va a salir nada bueno.
Aunque parece que eso a nadie importa. No sé, yo me siento triste.
Seré yo el raro.
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