O al menos, se intentan recuperar.
Este fin de semana hemos intentado llevar el cuerpo al límite. Al menos yo.
Hay quien lo lleva al límite bebiendo (
ver entrada), hay quien lo lleva con
mujeres, ... Yo lo he puesto a prueba haciendo lo que hasta hace poco no era
tan complicado.
El sábado tuvimos despedida de soltero (ay, pobre Félix, la que te espera con
la cincuentona). Por la tarde nos fuimos a una pista de karts. Hacía tiempo que
no iba, supongo que desde que con 10 o 12 años fui al Parque de Atracciones.
Moló, estos corrían más. Y además teníamos el pique del grupo. Rubén se empeñó
en doblarnos y saludarnos cuando pasaba, Isaac en chocarnos (involuntariamente,
claro, y mira que fue a una buena autoescuela a aprender a conducir), Félix iba de
tranqui (se casa dentro de dos semanas, como para volver de la despedida con un
hueso roto), Juan se dedicó a pasear a
Miss Daysy, que como película está bien,
pero para una competición como que no es lo suyo y Kike que optaba por acortar
atravesando las paredes de neumáticos (eso es trampa, ¿eh, nene?).
Pero si algo voy a recordar de esta jornada va a ser a Juan Ramón. Rubén corría, sí,
pero Juan Ramón volaba. Sobre todo en una de las curvas en las que hice un trompo,
me quedé totalmente cruzado, casi en dirección contraria, Isaac me pasó como pudo
y a Juan Ramón no le quedó más que chocar de frente contra mí. La imagen antes
del choque es la típica de los dibujos animados cuando los dos abren mucho los ojos.
"Bueno, no pasa nada. Ya hemos chocado otras veces en la carrera. Los coches se
quedan clavados". Se quedan clavados, sí, si el choque es lateral o por detrás, pero
no si es de frente, al menos en este caso. Lo siguiente que recuerdo es ver el morro
de su coche saltando por encima del mío; lo único que pude hacer es echarme a un
lado mientras volaba hacia mi cabeza.
Afortunadamente el salto no fue totalmente recto hacia mí, si no me hubiera hecho
un sandwich de fiambre con chapa a cada lado. Cayó en los neumáticos al lado de mi
oreja, lo cual acojona, os lo aseguro.
Conseguí salir y dejarlo ahí colgado, literal, mientras las asistencias lo ayudaban y
le preguntaban que cómo coño había llegado ahí arriba.
Luego cada uno contó la batallita según le había ido; que si lo más importante era
el número de vueltas, que si lo importante era la vuelta rápida, ... Yo me quedo
con que lo adecuado es el tiempo medio por vuelta: Alonso puede hacer la vuelta
rápida, pero si Vettel hace todas las vueltas en un menor tiempo medio, pasa lo
que está pasando casi siempre esta temporada (por cierto, con ese criterio quedé
tercero).
Luego nos fuimos de cervezas, y de cena, y de copas, ... y hasta ahí puedo leer.
Basicamente porque de después no me acuerdo de nada.
No tuvo que pasar nada (o no mucho), porque a las 6 llegué a casa más o menos
entero. Y mi mujer no me echo de casa, así que no tuve que montar mucho
escándalo al llegar, ni romper nada.
A las 6 de la madrugada del domingo llegué a la cama ... y a las 7 sonó el despertador.
Era la
VIII Carrera de la Mujer en Madrid y estábamos inscritos. Bueno, yo no, mi mujer.
Así que levántate (después de irme de juerga una noche sin ella, ésta era una oportunidad
que mi mujer no iba a desperdiciar), coge el metro con el frío, ponte la falda y la peluca
y corre con 20 000 mujeres (más, porque yo ya ha llegado un momento que soy una
más de vosotras). No mucho, 6,5km pero a un ritmo que no es el mío.
Al terminar, en lugar de ir a casa a descansar, proponen ir a un bar a desayunar (y
hablar, y hablar, y hablar). A todo esto, yo quedándome frío, dormido y sin mucho
tema de conversación).
Al llegar a casa, por fin, hago rápidamente la comida y como a la carrera, porque
teníamos entrenamiento de lacrosse. Dos horas y media (más el trayecto de ida y
vuelta) dándonos palos.
Vuelve a casa, cena y a dormir.
Ya comenzaba a intuir que me iba a doler.
Esta mañana no había quien me levantara.
Ahora por la tarde estoy empezando a recuperarme.
Más que de infancias recuperadas, tendría que hablar de infancias recordadas,
porque yo ya no estoy para estos tutes.
