Este mundo en el que vivimos no gana para sustos.
Hace unos meses comenzamos a hablar de los perroflautas (perroflautos y perroflautas, para no cabrear a nuestra clase política).
Ahora hay que hablar de los pijiflautas (pijiflautos y pijiflautas; o pijoflautos y pijoflautas o pijaflautos y pijaflautas, que pa gustos, los colores; no se me cabree usté señá ex-ministra y futura candidata a cobrar los 400 € cuando deje de chupar del frasco).
Para que luego digan que en este bendito país no inventamos.
Lo curioso es que alguna de estas joyitas son hijos / sobrinos de insignes miembros de la cultura de izquierdas de este país (rojos comunistas malos, como diría desde el púlpito el cura de mi pueblo). ¿Qué ha fallado para que su prole termine abrazando el lado oscuro?
Hay que verlo desde otro punto de vista: como una interpretación de papel de pijiflauta. En cuyo caso el objetivo está logrado, lo han bordado.
Porque ninguno de ellos es así.
Seguro.
¿Seguro?
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