Mi hija me ha hecho hoy la pregunta que todos los padres tememos:
- ¿Papa? Oye, quiero... que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo –respondí - Ya sabes que nunca miento, y menos a ti.
- Es que... -titubeó
- Dime, hija, dime.
- Papa ¿existen los Reyes Magos?
Me quedé mudo, miré a mi mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero solo pude ver un rostro tan sorprendido como el mío que me miraba igualmente.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta me obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dije:
- ¿Y tú que crees, hija?
- Yo no sé. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondí cogiendo con mi manos su carita.
- Entonces no lo entiendo, papá.
- Siéntate y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -le dije, mientras señalaba con la mano el asiento a mi lado.
Se sentó entre nosotros, ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y me dispuse a narrar lo que para mí es la verdadera historia de los Reyes Magos.
Cuando el Niño Dios nació tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y pareció tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serán.
- ¡Oh, sí -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿que necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero. no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oir:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Tengo que reconocer que me estaba quedando sin saliba, pero que al tiempo me iba metiendo más y más en la historia.
Cuando terminéo de contarla, la niña se levantó y dándonos un beso dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo, papá Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.
El resto es aún más empalagoso: besos, abrazos, la abuela llorando, ...
A buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
Y el gordo de calzón rojo, que seguro que también tiene una historia parecida, muerto de envidia porque además de que van a trabajar para Movistar, tienen una historia más verosímil.
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