Hace unos días fuimos a la nieve. Con el cambio climático y demás coñas, sólo nos queda Xanadú.
Os lo recomiendo; os váis a divertir.
No es barato. Pero tampoco se puede decir que sea muy caro.
Y si podéis, id con niños. Ya que se van a reir de vosotros, al menos que todo quede en casa.
Era la primera vez que íbamos a esquiar. A mi edad y lo único que he hecho es tirar bolas de nieve.
Nos dieron unos esquíes casi más grandes que nosotros y pasó lo que tenía que pasar, que no sabíamos ni cómo cogerlos. Pero tanto ver Al filo de lo imposible tenía que servir para algo, así que conseguimos calzárnoslos y movernos un poquito por la base de las pistas.
Después de media hora, los críos, que no eran capaces de avanzar 3 metros en llano sin caerse, ya estaban aburridos de ir y venir y querían subir a las pistas. Conseguí retenerlos media hora más, pero amenazaban con motín, así que no me quedó más remedio que subir a la pista pequeña.
Pequeña, unos cojones. Y una vez arriba no había manera de bajar si no era lanzándose a la rampa.
Les di unas últimas instrucciones, que acababan con algo así como “encomendémonos a todo el santoral”, y nos pusimos al borde de la pista.
Malo será, pensé. Total, la gente parece que llega al final sin problemas.
Y cuando iba a lanzarme para demostrarles, o al menos intentarlo, cómo bajar, uno me adelantó por la derecha y otro por la izquierda. Evidentemente, avanzaron unos 5 metros y cayeron. Me lancé yo y no avancé mucho más que ellos. Y es que si la evolución hubiese querido que me moviese sobre la nieve por mis propios medios, calzaría más de un 45, que no es poco.
En fin, 4 horas en la nieve, subiendo por el remonte, cayendo, más que bajando, por la ladera, volviendo a subir y volviendo a caer.
Los puñeteros críos bajaban por la pista que parecía que alguien tendría que empujarlos para que bajaran; yo, por mi parte, me ponía en el borde y sin darme cuenta ya estaba bajando en caída libre, viendo pasar a la gente a uno y otro lado, intentando esquivar con mayor o menor exito los obstáculos y, finalmente, cayendo de la forma más aparatosa.
Caída tras caída consiguieron que acumulase en mi culo más curia que El Vaticano. Aún me duelen los cardenales.
En fin, que si queréis pasar una tarde retrotrayéndoos a vuestra infancia, nos vemos en la nieve. Ahora, id con la cartera preparada, porque habrá quien piensen que, sí, es un atraco.
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