No entiendo a aquellos que van a un caro restaurante y comen deprisa y corriendo. No saboréan, sólo engullen. En mi caso disfruto de cada cucharrada, aunque sea de un triste plato de acelgas.
El secreto está en prolongar lo que estamos haciendo. Si el placer se pudiera medir, y volviendo al caso del restaurante, un plato de 50 € que te lo comes en 5 minutos, te sale a 10 € por minuto; caro minuto, máxime cuando no has podido saborearlo. Un plato de acelgas que te cuesta 5 € y te los comes en 10 minutos, te sale a 2 € por minuto; precio razonable y, además, saboreado.
Este fin de semana participamos en una carrera. Coste de inscripción: 8 €. El ganador fue Martín Fiz, que completó los 10 km en 30 minutos: te sale a 80 céntimos por kilómetro, 3 minutos por kilómetro y 27 céntimos por minuto. Nosotros la hicimos en 50 minutos: también 80 céntimos por kilómetro, pero, y aquí viene la diferencia, 5 minutos por kilómetro y 16 céntimos por minuto, precio razonable y, además, disfrutado.
Si es que soy un edonista. ¿Qué sentido tiene darse una paliza, si no puedes disfrutar de lo que haces? Vale que Martín llegó el primero y eso, ¿qué duda cabe?, también se saborea; pero a partir del 30 o el 40, ¿qué merito tiene? Yo ni siquiera estaba en los listados, pero, eso sí, disfruté la carrera del primer al último kilómetro.
No me veréis nunca en los primeros puestos, no; eso se lo dejo a los que no saben disfrutar del minuto a minuto.
Para dentro de un par de semanas me han comentado que hay otra carrera. Ya les he dicho que mi resistencia al edonismo tiene un límite y que tanto placer en un mes es difícil de soportar, así que posiblemente me abstenga de prolongar el disfrute. Otra vez será, para el año que viene seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario