Un día de estos os váis a cabrear conmigo.
Conversación telefónica mantenida hace unas horas. He llamado a una amiga desde un teléfono que no tiene memorizado. No ha podido cogerlo en ese momento, así que me ha devuelto la llamada minutos después.
Con el tamaño de la letra podéis haceros una idea del tono de voz.
Ring, ring.
YO: Sí. ¿Dígame?
ELLA: Esto. Perdone. Tengo una llamada perdida de este número.
YO: ¿Por quién pregunta, por favor?
ELLA: Bueno. Uf. No sé. Es que yo tengo una llamada perdida de este número.
YO: Señorita, esto es la Universidad. ¿Con quién quiere hablar?
ELLA: Ups. La Universidad. - suspiro - Es que ..., es que yo ..., es que yo tengo una llamada perdida de este número.
YO: Señorita. Ya le he oído la primera vez que tenía una llamada perdida de este número. Y no sólo la he oído, sino que también la he entendido. Y también la he oído la segunda vez, y por extraño que parezca incluso la he entendido. Y por si esto fuera poco, la tercera vez que lo ha dicho la volví a oir e incluso, extraño en el caso de un hombre, la entendí perfectamente. - dudo por un momento. No sé si va a colgar o si me va a soltar una barbaridad aún mayor - Y aclarados estos puntos ..., ¿me quiere decir con quién coño quiere que le pase la llamada?
ELLA: - suspiros, conatos de sollozo, ..., hasta que se enciende una lucecita, se arma de valor y pregunta - ¿Jose? Tonto, que eres un tonto.
Bueno, el resto de la conversación ya no tiene mayor importancia, salvo que me ha invitado a comer en el sitio más caro que encontremos. Ve preparando la tarjeta de crédito, que con la de débito no tienes saldo suficiente.
Y justo un mes después, volvemos a las alegrías. Porque siempre es una alegría que estés ahí.
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