Este fin de semana pasado se celebró la Copa de España de lacrosse.
El grupo va creciendo; ya no sólo hay jugadores en Madrid, ya hemos llegado a Rota,
Barcelona, Valencia, Sevilla, Tenerife, ...
En la final del sábado nos pusimos por delante 6 -3 en el último cuarto, pero pegaron un
apretón y remontaron hasta el 6 -5. Los últimos minutos fueron un auténtico calvario,
con ellos acorralándonos en nuestra defensa.
Hasta David subió de la defensa. Mala bestia. En el último minuto tiró un zapatazo con el
palo largo de espaldas al sol, justo en la línea que nuestro portero no veía, con tan buena
o mala suerte que la bola rozó a uno de sus compañeros y me dió de lleno a mí; lo normal,
vamos, tengo imán para las bolas.
Tuvo tiempo para coger otra bola y atacar de nuevo. Salí a blocarlo, con tal suerte que
nuestras piernas se trabaron, cayó sobre mi rodilla, y sentí que sus 100 kilos me la
partían. Sin opción de cambio por el poco tiempo que quedaba, tuve la suerte de que
alguno de los nuestros sacó la bola para nuestro ataque y ahí se acabo el partido.
Al final, el trofeo se quedó en Madrid.
Gracias a Karl, quien trajo el lacrosse a Madrid, a Jenny, que mantuvo la llama, a Gary,
quien dio el empujón, a Juan, nuestro actual presidente, a todos los jugadores que
durante estos años han dedicado su tiempo a que este deporte sobreviva en un
ambiente tan antideporte como el propiciado por el ayuntamiento de Madrid (al
menos hasta este último año) y, por supuesto, a los jugadores que este fin de semana
se han sacrificado bajo un sol de justicia para que el Madrid Club de Lacrosse haya
conseguido su mayor éxito.
Gracias a todos.
El grupo va creciendo; ya no sólo hay jugadores en Madrid, ya hemos llegado a Rota,
Barcelona, Valencia, Sevilla, Tenerife, ...
En la final del sábado nos pusimos por delante 6 -3 en el último cuarto, pero pegaron un
apretón y remontaron hasta el 6 -5. Los últimos minutos fueron un auténtico calvario,
con ellos acorralándonos en nuestra defensa.
Hasta David subió de la defensa. Mala bestia. En el último minuto tiró un zapatazo con el
palo largo de espaldas al sol, justo en la línea que nuestro portero no veía, con tan buena
o mala suerte que la bola rozó a uno de sus compañeros y me dió de lleno a mí; lo normal,
vamos, tengo imán para las bolas.
Tuvo tiempo para coger otra bola y atacar de nuevo. Salí a blocarlo, con tal suerte que
nuestras piernas se trabaron, cayó sobre mi rodilla, y sentí que sus 100 kilos me la
partían. Sin opción de cambio por el poco tiempo que quedaba, tuve la suerte de que
alguno de los nuestros sacó la bola para nuestro ataque y ahí se acabo el partido.
Al final, el trofeo se quedó en Madrid.
Gracias a Karl, quien trajo el lacrosse a Madrid, a Jenny, que mantuvo la llama, a Gary,
quien dio el empujón, a Juan, nuestro actual presidente, a todos los jugadores que
durante estos años han dedicado su tiempo a que este deporte sobreviva en un
ambiente tan antideporte como el propiciado por el ayuntamiento de Madrid (al
menos hasta este último año) y, por supuesto, a los jugadores que este fin de semana
se han sacrificado bajo un sol de justicia para que el Madrid Club de Lacrosse haya
conseguido su mayor éxito.
Gracias a todos.
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