Ayer tuve mi segunda sesión en mar abierto.
Si en la primera me costó un poco bajar, ayer bajé perfectamente.
En el fondo me costó estabilizarme, había bastante corriente. Aunque eso tampoco es
significativo, claro, también me cuesta estabilizarme sobre tierra.
El buceo fue sobre ruedas, con flotabilidad neutra, totalmente estabilizado.
Vimos pulpos, animales exactamente igual que meros, pero que los llaman aquí de otra
forma y dicen que no son meros, algas varias, ... Realmente disfruté el paseo.
Cuando ya estábamos acabando, miramos el aire restante en la botella y me quedaba
más que a nadie.
Unos minutos después, ya al lado del ancla, comencé a notar que me costaba respirar.
Y la sensación empeoraba rápidamente. Es la sensación más angustiosa con la que un
humano se puede encontrar.
Miré alrededor y mis compañeros estaban demasiado alejados y la visibilidad no era
buena; unos metros debajo de mí estaba uno de los monitores, así que ya con la angustia
de la falta de aire me lancé en picado hacia él. Debajo del agua sólo sirve emplear unas
señales predefinidas, y una de ellas es la de falta de oxígeno, representando con tu palma
que te cortas el cuello. Fue la señal que más clara hice en todo el paseo; la entendió a la
primera (no sé si fue la señal o mis ojos fuera de las órbitas) y me dió su segundo
regulador para que respirase.
La salida a superficie hay que hacerla poco a poco, aunque en este caso de emergencia
lo pasamos por alto (tampoco estábamos a mucha profundidad, a unos 7 metros).
En fin, que no fue agradable. Pero es una experiencia nueva.
Hoy más.
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