Tendemos a reflejar nuestros anelos y frustraciones en lo que nos rodea.
Se busca que los hijos sean lo que a nosotros nos hubiera gustado ser, futbolistas, científicos, ... y cuando no lo logramos el sistema es el culpable de nuestro no-éxito.
La televisión, ese pequeño aparatejo que recibe una señal y la saca por una pantalla, ha tenido de dudoso honor de ser llamada "caja tonta", como si la pobre tuviese culpa de que los tontos fuesemos nosotros, como si nuestra frustracion tuviese solución reflejándola en lo que nos rodea.
Me gustaría ser de esta mentalidad y llamar caja tonta a mi nuevo descubrimiento: el GPS.
Lo eché en falta en la República Checa, lo empecé a utilizar en Alemania y ahora en Cataluña me ha salvado (varias veces).
Pero también reconozco que me hace más tonto (si eso fuera posible) de lo que por naturaleza soy.
Me he tirado varios viajes sin saber ni siquiera dónde estaba, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de una voz impersonal. Si la chica del cacharrín hubiera querido mandarme a Siberia, lo hubiera conseguido sin que yo me diera cuenta del atajo via Rusia para ir de Manresa a Sant Boi.
En fin, que soy tonto, muy tonto. Y no tengo solución. Espero que con el tiempo aprenda a utilizar correctamente el cacharro y disfrute del viaje, porque hasta ahora es un sinvivir, siga recto, gire a la derecha, tome la rotonda, ... además de los veinte mil pitiditos que no he conseguido saber para qué son.
La tecnología y yo, esa extraña pareja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario