Con algunos bancos puedes nominarte (peaso patá le pegaron al diccionario para que sonara como en Yankeelandia). De otros, lo mejor que puedes hacer es borrarte.
Por fin me he dado de baja en el BPO, el banco del puto osito.
Me di de alta hace ya ocho años porque estaba hasta los mismísimos de mi anterior banco. Y en pocos meses consiguieron hacerlo bueno.
Al abrir la cuenta me concedieron (pagando, claro) una mísera tarjeta de débito, que procedieron inmediatamente anular porque cargaron su coste antes de que llegara mi nómina, que fue casi en el mismo instante, así que me fui a Ferrol y allí me quedé sin dinero y sin tarjeta el primer día que la utilizaba.
Luego operé en bolsa, compré en tiendas y por internet, pedí un crédito, …, en fin, esas cosas que ponen tan contentos a los banqueros.
Luego dejé de pedirles créditos, comprar en tiendas y por internet, operar en bolsa, …, en fin, esas cosas que cabrean tanto a los banqueros.
Hasta que al final anulé la tarjeta y hoy he cancelado la cuenta.
Cuando se lo he dicho a la chica su respuesta ha sido “Pues lo que tenías que haber hecho es haberla cancelado hace ya un par de año”. Y no es la primera vez que me lo dicen en esa sucursal.
Después he tenido que ir a otra de las mesas (pérdida de tiempo donde las haya), donde impertérrita otra chica ha anulado mis cuentas de valores mientras me quejaba en vano del trato recibido. El derecho al pataleo al menos no se nos niega (aún no).
Mi despedida ha sido un simple adios, y espero que hasta nunca.
Este puto BPO está lanzando continúamente campañas publicitarias de captación de nuevos clientes. ¿Para qué?, ¿para tratarlos a patadas? En este bendito país estamos acostumbrados a tragar carros y carretas, sobre todo con los bancos. Pero cuando un cliente en edad de consumir se sale de tu escala de clients preferentes ni siquiera se les pasa por la cabeza preguntarle por qué ha abandonado el buen camino (su buen camino).
Si no se da este primer paso, al final aparte de perder un buen cliente, te puedes encontrar con un excliente tóxico.
Triste, pero en estos tiempos extraños muchas empresas, sobre todo los bancos, van a echar en falta no haber mimado a sus clientes en el período de vacas gordas, y no haber enseñado a sus trabajadores a mimar.
Al final, la culpa será del pobre currito a pie de mostrador que tiene que lidiar con insatisfechos pelanas que no cuentan para la cúpula de bancaria.
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