11 de marzo.
11-M y los políticos no se ponen de acuerdo ni siquiera para poner su hombro para que lloren las víctimas, ni para reconocer el esfuerzo de los que se pusieron en peligro para socorrerlas.
El PNV, incapaz de reconocer que la aritmética parlamentaria le pueda dejar fuera del gobierno vasco (fuera del gobierno porque los electores le han dado la espalda por su actuación cuando tenía el gobierno; bueno, si no que le han dado la espalda, sí que no le han apoyado como al resto de partidos) se agarra a la poltrona y despotrica del sistema (sistema que le puso anteriormente a él en todo lo alto y casi llega a presuponer cambalaches entre los terroristas, el PSOE y el PP.
Aguirre se salta a la torera las comisiones de investigación incómoda y Camps hace la pasarela en el filo de la navaja sabiéndose impune (¿a quién y por dónde tiene cogido, cuando los alcaldes tienen que dimitir a la más mínima sospecha y él no?).
A todo esto, el presidente ZPp sigue asombrado con su último descubrimiento: su ombligo. Para él no existe nada más y todo el mundo debería admirarlo. Lo de tomar medidas para sacarnos de atrolladero (no digo que nos haya metido en él), nada de nada. Ni sabe, ni contesta. Ni está, ni se le espera.
¿Y todavía hay quién se extraña del desprestigio de la política? Me niego a llamar políticos a esta cuadrilla. La política debe ser algo más que esto que nos ha tocado vivir y sufrir.
11 de marzo. 5 años después.
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