Este sábado tuve el día tonto y decidí que un poco de masoquismo no me vendría mal; así que puse la tele y mientras fregaba los cacharros y arreglaba la casa, me tragué la retransmisión de la manifestación de Madrid.
Partiendo de que toda manifestación pacífica es permisible, toda, y debe contar con nuestro apoyo, lo que presenta serias dudas es la utilización que se hace desde los privilegiados atriles de algunos medios de comunicación para tergiversar la realidad.
Resulta increíble cómo unas manifestaciones se ningunean y otras se ensalzan y cómo personajes anónimos son alabados o menospreciados independientemente de la buena intención que los lleva a apoyar la iniciativa, distinguiendo buenos, los míos, de malos, los otros.
Todo esto podría entrar dentro de la lógica partidista, qué duda cabe de que aquí hay mucho en juego (dinero, digo) y cada cual tira para su sardina. Esto es lo que pasó con dos periódicos el domingo que daban sus versiones totalmente encontradas; la lógica del mercado pondrá a cada uno en su lugar.
Respecto a Telemadrid, la situación es algo diferente, porque los sueldos de esos “profesionales” (profesionales porque esa es su profesión, independientemente de su profesionalidad) salen de nuestros bolsillos. Podríamos entrar a preguntarnos qué les han enseñado en la facultad; la respuesta está clara, coge el dinero y corre, corre a buscar una noticia que favorezca a quien te ha puesto ahí, y si no la encuentras, invéntala. Es posible que haya que plantearse qué pasa con el sistema universitario de este país. ¿Es esto en lo que se invierten nuestros impuestos? ¿Qué ocurriría si en lugar de periodismo hubiesen estudiado, qué se yo, medicina? No dudarían en curar o dejar de hacerlo en función del peso de la bolsa, pienso.
Como digo, el paso adelante se da cuando la bolsa sale de nuestros impuestos. Que los miembros de esa casa no sean capaces de plantarse, sino que acepten los trabajos y den lo mejor de sí me muestra claramente que no lo hacen por necesidad, sino por convicción; independientemente de sus ideas, todos adoran al mismo becerro de oro.
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