Vicente es mi padre.
Y hoy voy a hablar del cerdo de Vicente.
No me refiero a olores corporales; es curioso, pero con la edad el cuerpo suda menos y emite menos residuos, por lo que es cierto que los viejos no huelen. También es posible que me haya acostumbrado a su olor y no me dé cuenta que huele como un marinero después de varias semanas faenando.
Tampoco me refiero a que de pequeño me obligase a hacer cosas horribles que deberían estar prohibidas para los niños y que prefiero no recordar, como llevarnos a coger piedra en tierras que apenas tenían piedras mayores que un puño. Producir, producen poco, pero esos sí, se aran de bien ...
A decir verdad, ni siquiera me refiero a él.
Se han celebrado las fiestas del pueblo, una de las dos fiestas patronales que se celebran en una aldea de apenas 1000 habitantes. Por la noche, cuando ya estaban durmiendo, les llamaron por teléfono para decirles que les había tocado el primer premio de la rifa.
Un cerdo, les había tocado un puto cerdo. No les podía haber tocado un jamón, no; les tenía que tocar un puto cerdo que no saben ni donde meterlo y además vivo.
Entre el cerdo, el gato y el perro ocupan el mismo volumen que un chihuahua, con eso ya os podéis hacer una idea del tamaño de los animalitos.
En fin, la primera medida a tomar fue echar al perro de la perrera para hacerle sitio al cerdo.
La segunda es mantenerlo en movimiento por el patio para que haga ejercicio.
Y es que George Clooney puede tener como mascota un cerdo, pero no veo yo a Vicente poniéndole la correa al cerdo y sacándolo a pasear. En La Mancha no tenemos tanto caché como en California; será el clima.
Además, ya están pensando en la matanza y han asignado puesto de matarife: yo. Pero si en mi vida he asistido a una matanza y, que yo recuerde, hace más de 20 años que no se hacen en el pueblo. Como no utilice la escopeta, malamente seré capaz de darle matarile al bicho.
Todavía no he visto el cerdo de mi padre. Los críos están como locos con él, e incluso han inventado alguna oración para que Dios se apiade se su alma y de su cuerpo y le permita vivir muchos años con nosotros. Por mi parte, lo único que pido cuando le llegue su hora es que Dios reparta suerte, que el bicho no se mueva mucho, que no me empitone y que pueda salir por la puerta grande (de la cocina) con las dos orejas (a la parrilla).
1 comentario:
jeje
Pipi
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