La recomendación de hoy es fácil:
UN DIOS SALVAJE - Le dieu du carnage
Director: Tamzin Townsend
Autora: Yasmina Reza - versión Jordi Galcerán
Interpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce, Antonio Molero
La duda es cuándo tenéis que ir, porque no podéis perdérosla.
No es barata, no. Pero es teatro con mayúsculas.
No voy a entrar en sesudas disquisiciones, para eso ya están los especialistas y lo encontraréis muy bien explicado en cualquier otro sitio de la red.
La historia, para que no tengáis que cambiar de canal yéndoos a otra página, es de los padres de 2 chavales que se han pegado (los chavales, no los padres) que se reunen para tratar el asunto y que terminan tarifando (los padres, no los chavales).
Son 2 horas de pura adrenalina mental, en las que nada es lo que parece.
Aitana, a pesar de que lo nuestro no funcionó en Toledo, sabes que te sigo teniendo en un altar. Incluso te perdono lo de Vargas Llosa; ¿qué se le va a hacer?, una mala resaca la tiene cualquiera.
Maribel Verdú, a pesar de no haberte encontrado el punto hasta ahora, reconozco que le das la vida y aire fresco a la obra.
Pere Ponce, hiciste bien en colgar los hábitos. Te sales.
Antonio Molero explotará cuando se quite encima el lastre de Fiti, aunque en la obra encaja.
Pero ...
Hay que poner peros.
Un director de teatro compraba una caja de tomates cuando representábamos, los repartía entre el público antes de la actuación y el jodío les decía que si se sentían defraudados podían (y debían) tirárnoslos. Afortunadamente eran años difíciles y la gente prefería comerselos a desperdiciarlos con tan pésimos actores.
Los peros no van tanto por la obra como por la coyuntura, digámoslo así.
Con el ritmo de representaciones que llevan, no se puede pedir que los actores lleguen al grado de histerismo que exige la historia; se perdona que los gritos se queden a medio gas, medio apagados en la lejanía cuando lo que se palpa es una tormenta. Quizás para la última representación se den el gustazo de gritar de verdad; yo pago por ver y escuchar eso. Lo que sea. Bueno, casi lo que sea, que hay mucho viciosillo por ahí.
El segundo pero tampoco es para la obra, sino para nosotros. El salón del escenario (por cierto, Isabel, coge ideas para casa) hace que la gente se olvide de que está en el teatro. Las risas son entendibles; menor defensa tiene el cuchicheo constante, por muy interesante que sea lo que tienes que decir. Por favor, un poco de respeto.
La obra es una comedia con tintes de drama, un dramón pasado por el tamiz la comedia; la clásica tragicomedia. Y enlazando esto con el público, hubo momentos en los que me parecía estar en el plató de Matrimoniadas. Llegué a sentirme mal por las risas y comentarios de la gente cuando sobre el escenario había escenas de maltrato; es cierto que lo estoy tensando mucho, que no era ese humor zafio de una serie de televisión que para mí entra dentro de la apología de la violencia de género (por cierto, no he visto a ningún político rasgándose las vestiduras, ni a ninguna asociación llevando a los tribunales a la productora de Matrimoniadas), es mucho más sutil. Pero me quedó ese regustillo amargo de ver cómo la gente nos podemos llegar a partir el estómago de risa ante las desgracias de los otros, sobre todo si hay violencia de por medio.
Es imprescindible que vayáis con vuestras parejas, una libreta y un boli. Os sentiréis identificados con muchas situaciones y podréis tomar notas para el futuro.
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