Los animales somos territoriales, siempre lo hemos sido y ese gen no se ha perdido con el paso de los siglos. Es más, ha encontrado caldo de cultivo privilegiado en el ser humano.
Necesitamos poco para sentir nuestro bastión atacado; alguien que se cuela en NUESTRO carril, porque es nuestro porque circulamos por él desde hace unas decenas de metros, alguien que se acerca a hablar con NUESTRA pareja, porque es nuestra porque tenemos un contrato nunca escrito de exclusividad unilateral, alguien que osaba respirar NUESTRO aire, porque es nuestro porque los dioses lo pusieron ahí para nuestro exclusivo uso y disfrute.
En esta necesidad de defensa ante tan intolerables agresiones de los otros encuentran su banco donde echar redes los clanes, nacionalismos más o menos exclusivos en los que hacer crecer la idea de pertenencia a grupo (grupo en el que los otros no están y a los que nunca se les permitirá estarlo, faltaría más).
Sea por color, RH, lengua o religión, un vistazo rápido a la Historia permite identificar una serie de clanes que se han considerado tocados por el dedo divino, como si Dios no tuviera cosas más importante que hacer. Los microclanes, arrastrados por sus instintos más básicos, cobran impulso en la era de la globalización.
¡¡¡MUY IMPORTANTE!!!
LO QUE VAS A LEER NO ES MI OPINIÓN,
ME LIMITO A TRANSCRIBIR LO QUE ALGUIEN
EN ALGÚN MOMENTO EBRIO ME CONTÓ.
SI ALGUIEN SE SIENTE ALUDIDO,
SEGURO QUE NO TIENE RAZÓN.
TODAS LAS SITUACIONES Y PERSONAS,
INCLUSO NOMBRES, SON FICTICIOS.
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