¡Por fin viernes! Y para celebrar mi primera semana laboral en Alemania me he duchado, me he puesto mis mejores galas, me he puesto gallumbos limpios y he tirado la casa por la ventana, me he ido al Zur Krone, el restaurante donde sirven la mejor caza de la región, y me he dispuesto a cenar bien para una noche loca.
La camarera me ha traído la carta, lo he mirado como si entendiese algo (nada, no he entendido nada) y al final he tomado una decisión salomónica: he pedido el menú del día. Menú que cuesta 15 euracos, pero la carne merece la pena.
Para acompañar la carne he pedido una cerveza de trigo. Ayer me dijeron que se puede decir Weiss Bier o Weizen, que sólo los que no saben alemán piden una Weizen Bier; yo, para demostrar mi alto nivel de integración después de 5 días, he pedido una Weizen y la camarera que no estaba segura del todo me ha preguntado que si quería una Weizen Bier. Pobrecilla, no debe ser de aquí, como nosotros.
También me ha dicho otra cosa que no le he entendido bien, claro, al no ser de la zona. Algo de una Salat; por cortesía y para que no se sintiera mal le he dicho que sí, que claro, que con ensalada. Me ha extrañado cuando me ha dicho que me cambiase de mesa y me ha pasado de una pequeña de tres a una mayor de cuatro; que maja, la chica, pensé.
Por la puerta ha salido una chica con un tazón de ColaCao; he pensado que era de alguna tienda cercana que iba al restaurante a por un café o algo así, pero no, era para mí. Y no era ColaCao, era un tazón de sopa de cocido con una especie de espaguetis en el fondo y unos hierbajos flotando. Cuando he visto el tazón hasta me ha parecido oír a las madres de Pedrosa y Nadal llamándolos para desayunar, o merendar en este caso, que aquí se cena a las 7.
Cuando he visto el plato del segundo he comenzado a salibar. Pero, oh, triste realidad, era pescado. O sea, que Abvheöarhjen en Alemán es un pez; manda huevos, 15 euros por un triste bacalao. En la ultracatólica Babiera la gula ha dejado de ser pecado capital para convertirse en virtud, pero los viernes sigue tocando pescado.
Claro, y aquí ha venido lo de la Salat, me estaba preguntado que si quería extra de ensalada y me ha traído una espuerta de yerbajos que, claro, no cabían en la mesa pequeña, de ahí el cambio.
Como buenamente he podido me he comido todo; no era cuestión de dejar nada, te miran con cara rara si lo haces. Entre tanta lechuga creo que ha habido alguna vez, tres para ser exacto, que he mordisqueado una de las planta que había en una maceta al lado de la mesa; claro, como la ensalada se salía por los laterales ...
Con la cantidad de clorofila que he ingerido hoy, creo que no voy a necesitar lavarme los dientes en una semana.
Para pasar tanto verde y sobre todo tan poco pescado, el medio litro de cerveza ha entrado sólo. La camarera ha venido y me ha dicho algo; he pensado que preguntaba si estaba bueno y le he contestado que sí, que claro. Se ha dado media vuelta y al rato ha vuelto con otro medio litro de cerveza; si es que esta chica habla raro. Y encima la trae ya cuando había terminado con la mata de tomate y el pez; supongo que la cerveza sería para que pasase el postre.
Luego ha llegado el postre, otro tazón, pero esta vez de glucosa. Que entre cerveza, mantequilla y sirope no me extraña que la camarera tenga el culo panaera que tiene.
Mientras esperaba por la cuenta ha venido la otra camarera y me ha preguntado algo; iba a contestar que sí, pero esta vez no me he fiado, he utilizado una técnica más inteligente, mi respuesta ha sido del tipo "¿eihn?", así que ella ha optado por otra técnica tampoco muy convencional: ha señalado el vaso de cerveza y ha hecho gesto de beber. Mi respuesta ha sido clara, concreta y concisa: "Y una mieeeeerda; tú lo que quieres es que me caiga al río". Ésta tampoco es de la zona, porque tampoco me ha entendido (quizás sea porque se lo he dicho en español), así que le he contestado algo en alemán que ha surtido efecto, porque se ha ido.
No las tengo todas conmigo, a lo mejor ha entendido que sí y ha traído otra cerveza. Pero yo ya no estaba allí para verlo, la camarera de culo gordo (como si la otra lo tuviera pequeño) me ha traído la cuenta: 15 euros por el pez, otros 5 por el forraje y 6 más por las 2 cervezas, 26 euros por una cena de viernes noche. No está mal, sobre todo teniendo en cuenta que he cenado solo y comida que no me apetecía.
Pero de todas formas me ha salido rentable; con las 2 cervezas vuelvo ya al hotel haciendo eses, así que no voy a poder ir de copas a la discoteca donde seguro que tampoco son bábaros y por supuesto no me iban a entender y me iba a tocar alguna extraña pócima no apta para estómagos delicados como el mío. No hay mal que por bien no venga.
Esa actitud positiva también es muy española.
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