Carlos Llamas ha muerto.
Desde lo de “Chanquete ha muerto” ninguna otra necrolígica me había impactado tanto.
Para quien no sepa quien era este señor, decir que era el conductor de “Hora 25”, el último informativo del día de Cadena Ser.
Para los que hemos vivido los últimos años de la radio española era el referente del lema de la emisora, “La credibilidad del n° 1”.
Para mí, el número 1 de la credibilidad.
Y me atrevería a decir que el único.
Le pondría algún pero a su entrevista al terrorista Otegui, a algún otro ramalazo poco objetivo y a haber mantendido en la tertulia a personajillos y amiguetes que poco o nada tienen que aportar. Pequeñas sombras de nubes en un día soleado.
Físicamente era casi un personaje gris; te lo podías cruzar por la calle y no saber que pasabas junto a una de las personas más influyentes desde el punto de vista informativo de este país. No iba rodeado de una aureola proporcional a los millones de oyentes que nos quedabamos en vela escuchando su fina ironía. Una periodista que ejerce de locutora dijo cuando lo vio por primera vez que cómo una voz tan profunda podía caber dentro de una persona tan fea.
Instalaron ayer la capilla ardiente en el tanatorio de la M-30.
Estuve pensado en ir, por los buenos momentos compartidos a uno y otro lado de la radio.
Luego pensé en la posibilidad de encontrarme allí a alguno de los radio-terroristas episcopales que sin duda aparecerían como plañideras para hacerse la foto y me dió un retortijón tal que me hizo ir a la carrera a visitar al señor Roca a su salud. A la salud de los conspiranoicos, claro; que os aproveche, no dudéis que he hecho uno de mis mejores tabajos pensando en vosotros. Ha sido fácil, la verdad.
No fui; por la noche puse la radio como huérfano que mira a la puerta esperando que entren sus padres. No entrarán, al igual que no escuché otra cosa que su voz enlatada.
La parca es inexorable y no hace distingos entre buenos y malos.
No creo en el más allá, pero lo que dejas en el más acá tampoco es que merezca mucho la pena, sobre todo con los últimos meses de dolor que te ha tocado pasar.
Ahora, al menos, no descansas en dolor.
Desde lo de “Chanquete ha muerto” ninguna otra necrolígica me había impactado tanto.
Para quien no sepa quien era este señor, decir que era el conductor de “Hora 25”, el último informativo del día de Cadena Ser.
Para los que hemos vivido los últimos años de la radio española era el referente del lema de la emisora, “La credibilidad del n° 1”.
Para mí, el número 1 de la credibilidad.
Y me atrevería a decir que el único.
Le pondría algún pero a su entrevista al terrorista Otegui, a algún otro ramalazo poco objetivo y a haber mantendido en la tertulia a personajillos y amiguetes que poco o nada tienen que aportar. Pequeñas sombras de nubes en un día soleado.
Físicamente era casi un personaje gris; te lo podías cruzar por la calle y no saber que pasabas junto a una de las personas más influyentes desde el punto de vista informativo de este país. No iba rodeado de una aureola proporcional a los millones de oyentes que nos quedabamos en vela escuchando su fina ironía. Una periodista que ejerce de locutora dijo cuando lo vio por primera vez que cómo una voz tan profunda podía caber dentro de una persona tan fea.
Instalaron ayer la capilla ardiente en el tanatorio de la M-30.
Estuve pensado en ir, por los buenos momentos compartidos a uno y otro lado de la radio.
Luego pensé en la posibilidad de encontrarme allí a alguno de los radio-terroristas episcopales que sin duda aparecerían como plañideras para hacerse la foto y me dió un retortijón tal que me hizo ir a la carrera a visitar al señor Roca a su salud. A la salud de los conspiranoicos, claro; que os aproveche, no dudéis que he hecho uno de mis mejores tabajos pensando en vosotros. Ha sido fácil, la verdad.
No fui; por la noche puse la radio como huérfano que mira a la puerta esperando que entren sus padres. No entrarán, al igual que no escuché otra cosa que su voz enlatada.
La parca es inexorable y no hace distingos entre buenos y malos.
No creo en el más allá, pero lo que dejas en el más acá tampoco es que merezca mucho la pena, sobre todo con los últimos meses de dolor que te ha tocado pasar.
Ahora, al menos, no descansas en dolor.
http://www.elpais.com/recorte/20071004csrcsrsoc_5/XLCO/Ies/20071004csrcsrsoc_5.jpg
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