Hoy me apetece ser incorrecto. Mira, me ha dado por ahí.
Políticamente incorrecto, claro.
Además ya han pasado unos días, por lo que todo está más calmado y no se me puede acusar de hurgar en la herida.
Hace una semana se inundó la Comunidad Valenciana, al menos una parte de ella.
Pronto surgieron las voces que clamaban al cielo por haber sufrido un castigo tal y, al no obtener respuesta, alzaron sus manos a Papá Estado para que los aliviase. El Consejo de Ministros escuchó sus voces y dio de mamar a sus crías a costa del erario público.
Hasta ahí todo lógico. Relativamente lógico.
Pero ...
Quien se benefició de una construcción salvaje fueron los Ayuntamientos de la zona afectada, que no dudaron en permitir construir en cauces de ríos por una nada módica cantidad que en el mejor de los casos termino en las arcas municipales.
También, en la medida de sus competencias, deben mantener limpios los ríos y favorecer el flujo de agua.
Si los Ayuntamientos no tienen reparos en permitir construcciones en sitios cuanto menos ilógicos y el resto de organismos se ahorran un puñado de euros descuidando los cauces de los ríos, ¿por qué tengo que pagar yo con mis impuestos tales desmanes?
No nos engañemos, no es una cuestión climatológica, un capricho de la naturaleza; es simple y llanamente avaricia pura y dura.
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