El sábado me fui a Innsbruck, el puente sobre el río Inn, pero es que en castellano no suena tan contundente, aparte de que son más palabras, que eso también le hace perder.
A las 6 jugaba España contra Suecia en el Campeonato de Europa B (o sea, el de fútbol; el A será en agosto en Finlandia y está claro que es el de lacrosse) y allí que me fui.
Esto no es serio.
No es serio que un montón de españolitos nos cojamos el coche y nos metamos entre pecho y espalda más de 300 km para ver a este grupo de mantas.
No es de recibo que nada más llegar a la ciudad me encuentre a los que iban de Chikilicuatre con pantalón corto de fútbol, una furgoneta llena de tíos de faralaes, un montón de tricornios, un grupo de gallegos con unas camisetas que rezaban "Esto es España y a quien no le guste que se vaya", al grupo de los Superespaña con sus mallas amarillas, su ajustado calzoncillo rojo y la capa al viento, a los que iban con la camiseta nacional, minifalda y pelo saliendo por todos lados, a un tío vestido de futbolista con una cabeza de caballo (¿?), a un tío vestido de toro, a un tío vestido de Pikachu, a los 11811 con la melena roja y amarilla, a los pumukis con la melena roja y gualda (que igual da).
No es razonable estar aguantando y animando todo un partido a una gente que no entiende de fútbol. Ni entiende, ni le interesa, ni se preocupa.
Pero lo que no puede ser es que el día de antes me meta en google, tome notas en un catálogo de publicidad de cómo llegar a Innsbruck y me lance a la carretera sin un triste plano. La verdad es que fue fácil llegar, porque desde Munich ya viene indicado y todo es autovía. Sólo me falló a la vuelta, en el tramo que me conozco, que casi me meto en el aeropuerto. Pero esa es ya otra historia.
En fin, al final el resultado fue 2 a 1 para el combinado español. No puedo decir que ganamos, porque yo no jugaba, sólo gritaba desde la grada. Sí puedo decir que algunos, muchos, perdimos, porque si mientras íbamos empatados la suecas estaban amigables e incluso podría decir que retozonas con los españolitos, con el gol de Villa en el último minuto pasamos a ser el enemigo.
Así que como amenazaba lluvia y con las suecas no teníamos nada que hacer, me cogí el coche y me volví a Beilngries. Coño, Villa, podías haber metido el gol otro día, que en Innsbruck hay un montón que nos quedamos de secano gracias a ti.
A las 6 jugaba España contra Suecia en el Campeonato de Europa B (o sea, el de fútbol; el A será en agosto en Finlandia y está claro que es el de lacrosse) y allí que me fui.
Esto no es serio.
No es serio que un montón de españolitos nos cojamos el coche y nos metamos entre pecho y espalda más de 300 km para ver a este grupo de mantas.
No es de recibo que nada más llegar a la ciudad me encuentre a los que iban de Chikilicuatre con pantalón corto de fútbol, una furgoneta llena de tíos de faralaes, un montón de tricornios, un grupo de gallegos con unas camisetas que rezaban "Esto es España y a quien no le guste que se vaya", al grupo de los Superespaña con sus mallas amarillas, su ajustado calzoncillo rojo y la capa al viento, a los que iban con la camiseta nacional, minifalda y pelo saliendo por todos lados, a un tío vestido de futbolista con una cabeza de caballo (¿?), a un tío vestido de toro, a un tío vestido de Pikachu, a los 11811 con la melena roja y amarilla, a los pumukis con la melena roja y gualda (que igual da).
No es razonable estar aguantando y animando todo un partido a una gente que no entiende de fútbol. Ni entiende, ni le interesa, ni se preocupa.
Pero lo que no puede ser es que el día de antes me meta en google, tome notas en un catálogo de publicidad de cómo llegar a Innsbruck y me lance a la carretera sin un triste plano. La verdad es que fue fácil llegar, porque desde Munich ya viene indicado y todo es autovía. Sólo me falló a la vuelta, en el tramo que me conozco, que casi me meto en el aeropuerto. Pero esa es ya otra historia.
En fin, al final el resultado fue 2 a 1 para el combinado español. No puedo decir que ganamos, porque yo no jugaba, sólo gritaba desde la grada. Sí puedo decir que algunos, muchos, perdimos, porque si mientras íbamos empatados la suecas estaban amigables e incluso podría decir que retozonas con los españolitos, con el gol de Villa en el último minuto pasamos a ser el enemigo.
Así que como amenazaba lluvia y con las suecas no teníamos nada que hacer, me cogí el coche y me volví a Beilngries. Coño, Villa, podías haber metido el gol otro día, que en Innsbruck hay un montón que nos quedamos de secano gracias a ti.
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