Esa fue a grandes rasgos mi lamentable actuación en el Maratón de Madrid.
Después hubo un buen puñado de anécdotas, algunas incluso divertidas.
Como cuando unas japonesas en el PK-38 le pidieron a un policía municipal que estaba regulando
el tráfico que les hiciera una foto. Y se la hizo. Si es que este país no es serio.
O como cuando veías gente animando a corredores que iban andando hablando por el móvil (yo
entre ellos).
Tampoco fallan los disfrazados. De novia (un clásico), de torero, ... El año que viene voy
disfrazado; el disfráz os lo enseñaré al acabar, no sea que Fernando se entere y me localice.
Siempre tienes niños animándote, y a mí eso me mata porque no puedo evitar aumentar el ritmo
Después hubo un buen puñado de anécdotas, algunas incluso divertidas.
Como cuando unas japonesas en el PK-38 le pidieron a un policía municipal que estaba regulando
el tráfico que les hiciera una foto. Y se la hizo. Si es que este país no es serio.
O como cuando veías gente animando a corredores que iban andando hablando por el móvil (yo
entre ellos).
Tampoco fallan los disfrazados. De novia (un clásico), de torero, ... El año que viene voy
disfrazado; el disfráz os lo enseñaré al acabar, no sea que Fernando se entere y me localice.
Siempre tienes niños animándote, y a mí eso me mata porque no puedo evitar aumentar el ritmo
También hay quien con toda su buena voluntad te ofrece lo que tiene, ánimo, agua, fruta e incluso
magdalenas. Afortunadamente alguien de la organización de dijo que lo de las magdalenas no era
buena idea.
Igual que el año pasado me quejé de lo poco solidarios que somos los madrileños (Olimpiada 2016
en mi nombre, no, gracias), tengo que reconocer que este año la cosa me ha sorprendido
gratamente; no ha habido conejas cruzando con 5 churumbeles por aquí y por allá, ni abuelas
haciendo de su capa un sayo cuando nos veían llegar, ni nadie que nos gritase algo así como "así
reventéis". Que no haya estos energúmenos se agradece (de todas formas, Olimpiada 2016 en
mi nombre, no, gracias).
Y llegó el agua y el frío. Nada más comenzar empezó a llover y ya las nubes no nos abandonaron
hasta la meta. Afortunadamente no pasó de ahí, aunque en algún sitio he leido que en algunos
tramos granizó. Yo al menos eso no lo vi.
Y hablando de aguas, luego están las paradas técnicas para aguas menores. Ahí los tíos lo
tenemos más fácil. No es que seamos guarros, que posiblemente también; sencillamente no lo
tenemos complicado.
En lo negativo, Madrid sigue de obras y cómo se nota que el PGC no corre, porque nos llevan por
caminos de cabras. Demasiadas pocas cosas pasan para tener el circuito como está.
Especialmente peligrosa es la bajada de Principe Pío a la Casa de Campo; criminal.
magdalenas. Afortunadamente alguien de la organización de dijo que lo de las magdalenas no era
buena idea.
Igual que el año pasado me quejé de lo poco solidarios que somos los madrileños (Olimpiada 2016
en mi nombre, no, gracias), tengo que reconocer que este año la cosa me ha sorprendido
gratamente; no ha habido conejas cruzando con 5 churumbeles por aquí y por allá, ni abuelas
haciendo de su capa un sayo cuando nos veían llegar, ni nadie que nos gritase algo así como "así
reventéis". Que no haya estos energúmenos se agradece (de todas formas, Olimpiada 2016 en
mi nombre, no, gracias).
Y llegó el agua y el frío. Nada más comenzar empezó a llover y ya las nubes no nos abandonaron
hasta la meta. Afortunadamente no pasó de ahí, aunque en algún sitio he leido que en algunos
tramos granizó. Yo al menos eso no lo vi.
Y hablando de aguas, luego están las paradas técnicas para aguas menores. Ahí los tíos lo
tenemos más fácil. No es que seamos guarros, que posiblemente también; sencillamente no lo
tenemos complicado.
En lo negativo, Madrid sigue de obras y cómo se nota que el PGC no corre, porque nos llevan por
caminos de cabras. Demasiadas pocas cosas pasan para tener el circuito como está.
Especialmente peligrosa es la bajada de Principe Pío a la Casa de Campo; criminal.
Por último, y ésta es totalmente personal, algo me tuvo que sentar mal el día anterior. Cuando
me levanté (cuando Isabel consiguió echarme de la cama), tuve que ir a la carrera al baño; ahí
empezó mi carrera. Casi no llego.
Antes de salir tuve que ir otra vez. Casi no llego.
En medio de la carrera, a eso del PK-19 llevaba las tripas haciendo el ruido típico de un
alambique. Pasé al lado de unos servicios públicos puestos por la organización, pero lo normal es
me levanté (cuando Isabel consiguió echarme de la cama), tuve que ir a la carrera al baño; ahí
empezó mi carrera. Casi no llego.
Antes de salir tuve que ir otra vez. Casi no llego.
En medio de la carrera, a eso del PK-19 llevaba las tripas haciendo el ruido típico de un
alambique. Pasé al lado de unos servicios públicos puestos por la organización, pero lo normal es
que no tuvieran papel higiénico, así que me tocó seguir hasta el PK-25, hasta Príncipe Pío, donde
hice lo que los fusilados del cuadro de Goya, irme la patilla abajo. Eso sí, en los servicios del centro
comercial afortunadamente. Imaginad parar la carrera con lo que llevaba encima de kilómetros e
intestinos revueltos y retomarla media hora después, frío y agarrotado.
Lo poco que ya tenía en ese punto en mis tripas siguió dando retortijones hasta el Parque del
Retiro. Ahí la vejiga me pidió permiso para ir al baño, pero, ya en faena, no me atreví a continuar
porque había otros esfínteres pidiendo paso a marchas forzadas (para expulsar qué, digo yo, si ya
no tenía que quedar nada). Pues eso, que me frené cuanto pude hasta llegar a casa, donde fui al
baño otras 3 veces por la tarde.
En fin, que además de por agua, mi participación estuvo pasada por algo más.
Y Marta me puso unos vendajes de estos modernos que son como el esparadrapo de toda la vida,
pero de colorines chillones. La verdad es que funcionó perfecto, a día de hoy no tengo agujetas.
Cierto es que no tiene mucho mérito, que casi me pasé más tiempo andando que corriendo, pero
aún así son efectivos.
Les decía a estos que sería fácil tenerme localizado, que sería la loca de esparadrapos fucsia (o
como se escriba) que daba gritos y se quejaba como una loca. Realmente no fue así, no llegué a
quejarme. No tenía ni fuerzas, ni aliento.
hice lo que los fusilados del cuadro de Goya, irme la patilla abajo. Eso sí, en los servicios del centro
comercial afortunadamente. Imaginad parar la carrera con lo que llevaba encima de kilómetros e
intestinos revueltos y retomarla media hora después, frío y agarrotado.
Lo poco que ya tenía en ese punto en mis tripas siguió dando retortijones hasta el Parque del
Retiro. Ahí la vejiga me pidió permiso para ir al baño, pero, ya en faena, no me atreví a continuar
porque había otros esfínteres pidiendo paso a marchas forzadas (para expulsar qué, digo yo, si ya
no tenía que quedar nada). Pues eso, que me frené cuanto pude hasta llegar a casa, donde fui al
baño otras 3 veces por la tarde.
En fin, que además de por agua, mi participación estuvo pasada por algo más.
Y Marta me puso unos vendajes de estos modernos que son como el esparadrapo de toda la vida,
pero de colorines chillones. La verdad es que funcionó perfecto, a día de hoy no tengo agujetas.
Cierto es que no tiene mucho mérito, que casi me pasé más tiempo andando que corriendo, pero
aún así son efectivos.
Les decía a estos que sería fácil tenerme localizado, que sería la loca de esparadrapos fucsia (o
como se escriba) que daba gritos y se quejaba como una loca. Realmente no fue así, no llegué a
quejarme. No tenía ni fuerzas, ni aliento.
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