Ha sido difícil de explicar, pero creo que ha colado. Es la ventaja de ser un chico responsable; de eso y de que la que te pregunta esté dormida.
Lo de llegar a las 3 de la mañana ha sido fácil. Después de todo ya sabía que iba a la ceremonia de entrega de los Premios 20Blogs, organizados por le periódico 20 minutos, y como todas estas cosas, se sabe cuando empieza, pero no cuando termina.
A eso de las 7 y media de la tarde salía corriendo de mi casa y con media hora de retraso (Joder, qué castigo llegar tarde a todos lados). Unas chicas impresionantes flanqueaban la entrada de un local lleno de gente friki, con nombres frikis y vestimenta friki. Enseguida empezó la ceremonia; no había alfombra roja, ni verde, bueno, no había ni alfombra, pero sí que la tensión se mascaba en el ambiente. La lectura de los candidatos era jaleada por aquí y por allá; conforme se iban desgranando los ganadores de las 20 categorías, los no ganadores miraban con resignación la estatuilla que se les negaba (fea es la jodía, por cierto).
Lo peor de estas celebraciones es que ni conoces a nadie, ni tienes casi nada en común con el resto de invitados. Vale, eres un friki muy friki en una reunión de frikis muy frikis, pero eso no quiere decir que tengas nada de qué hablar con ellos. Lo intentas, sí, pero no consigues enlazar mucho la conversación entre un tío que escribe sobre recetas de cocina de su pueblo, otra que habla de las excelencias del spectrum y del apagón tecnológico que se produjo cuando dejó de fabricarse y un tercero que narra los sueños eróticos con su tía 60 años mayor que él. Por eso sólo había un ganador por categoría y un ganador absoluto (www.nilibreniocupado.es/blog) y el resto estábamos allí de comparsa.
En fin, que con este panorama lo único que se puede hacer en estas reuniones es comer y beber. Como no sabes cómo va a evolucionar la velada, empiezas suavecito, con zumitos y eso; pero ves que con eso la fritanga que trae el catering no entra, así que te pasas a la cervecita. Supongo que la empresa había comprado una freidora y quería amortizarla en una noche, porque se tiraron varias horas sacando fritos y más fritos: choricitos, salchichitas, una especie de croquetas de jamón pero sin jamón, de estas que son todo masa, unas brochetas de hortalizas también fritas, curioso. En un momento dado sacaron unos canutillos que las chicas pensaron rellenos de chocolate y se abalanzaron a por el postre; pero no, no era chocolate, seguíamos con las fritangas, esta vez de morcilla. Pobres, les cambió la cara con el sabor y la textura. Ayer superé con mucho la ingesta de grasas de una semana, así que para que pasase no me quedaba más remedio que empujarlas con bebida, a poder ser alcohólica.
Y ese era el problema. En esta maldita cultura occidental nuestra, si no bebes alcohol no te diviertes. O eso pensamos, así que de las cervezas pasamos a los cubatas, y esa combinación de güisqui con morcilla no hace buenas migas, empecé a perder el rumbo y a orientarlo a todo aquello que tuviera faldas, en especial a una rubia impresionante (no, a la anoréxica no, a la otra, a la guapa).
Que digo yo, ¿por qué cuando te gusta alguien la pierdes de vista al tres por dos, y cuando alguien no lo hace te la encuentras por todos lados? Pues eso me pasaba a mí. Intenté sacar todo mi repertorio de lujo para la rubia buenorra, pero cuando menos me lo esperaba estaba frente al cardo anoréxico. Varias veces, además.
Lo de llegar oliendo a alcohol ha sido algo más complicado, porque normalmente no bebo, y aunque hiciese esfuerzos para mantenerme derecho y no chocar con la estantería, mi lengua estropajosa me delataba.
La noche se complicó cuando me puse en el punto de mira de uno de los camareros. Y allí estaba yo, detrás de las bandejas de comida, y con un camarero intentado que me pusiera detrás de él y con una rubia con la que querría ir a cenar y otra rubia que querría que fuese yo el plato único para comerme con patatitas. Curioso mundo éste.
El alcohol a eso de la una de la madrugada me hacía desvariar. Los pocos que quedaban en la fiesta tampoco desentonaban mucho conmigo. Hacía más de una hora que había perdido de vista a la buenaza y, lo que es peor, tenía un saco de huesos colgado de mi cuello y un camarero intentando soltarlo para colgarse él. Después de unos minutos lo dejo por imposible, o más bien se lo llevaron a recoger el sarao.
Lo del carmín en mi cuello creo que no se notó mucho, porque pasé por el servicio y lo limpié lo mejor que pude, no mucho, la verdad. El que había en mi polo no se notaba mucho porque también era rojo; de todas formas, lo he puesto en el cesto de la ropa sucia hecho un gurruño; espero que no destiña, el carmín, digo.
A partir de ahí, los recuerdos son más borrosos. Me pegó el bajón y recuerdo como flashes el resto de la noche. Intentando quitármela y que no había manera. Llevándola a que cogiera un taxi. Metiéndome en el taxi con ella. Subiéndola a su casa. Y ahí se acaban las imágenes.
Sé que tampoco hubo nada más; me conozco desde hace más de treinta años como para haberme dado cuenta si la cosa hubiera llegado a mayores. Pero también sé que tuvo que haber algún tipo de escaramuza más por su parte que por la mía. ¿Y cómo lo sé?, pues porque llegué a casa sin pantalones, y eso no es lo normal.
Lo de llegar sin pantalones fue algo más complicado de razonar. De todas formas, aproveché la coyuntura de que el Geta remontó y eliminó al Barça en la Copa del Rey y se plantó en la final, para hilar con que terminamos en una de las fuentes de la Castellana y que me quité el pantalón para no mojármelo y que me lo robaron. O algo así. Es curioso cómo vas tejiendo historias cuando rezumas alcohol por todos tus poros y no sabes como salir del berenjenal en el que te vas hundiendo.
No sé si la he convencido o es que estaba demasiado dormida como para reaccionar. El caso es que mi mujer se ha dado media vuelta y ha seguido durmiendo. También es posible que se haya hecho la dormida y esté rumiando su venganza. Todo es posible, sí. Aunque casi me inclinaría más por esta segunda opción.
Moraleja. A pesar de lo que diga el patán de Aznar, si bebes, no conduzcas; y si te vas de fiesta y tu mujer se queda en casa, no estás ni libre ni ocupado, así que por lo que pueda pasar o dejar de pasar, el alcohol, ni siquiera olerlo.
PS.- A la rubia buenorra: Tu número de teléfono y la dirección de tu blog se me quedó en el pantalón. ¿Te puedes pones en contacto tú conmigo?
PPS.- A la otra rubia, a la callo: Oye, que lo que he escrito sobre ti no es verdad, que eres muy guapa, y muy simpática, y eso. ¿Me devuelves el pantalón?; es que necesito el abono transporte para ir a trabajar.
Lo de llegar a las 3 de la mañana ha sido fácil. Después de todo ya sabía que iba a la ceremonia de entrega de los Premios 20Blogs, organizados por le periódico 20 minutos, y como todas estas cosas, se sabe cuando empieza, pero no cuando termina.
A eso de las 7 y media de la tarde salía corriendo de mi casa y con media hora de retraso (Joder, qué castigo llegar tarde a todos lados). Unas chicas impresionantes flanqueaban la entrada de un local lleno de gente friki, con nombres frikis y vestimenta friki. Enseguida empezó la ceremonia; no había alfombra roja, ni verde, bueno, no había ni alfombra, pero sí que la tensión se mascaba en el ambiente. La lectura de los candidatos era jaleada por aquí y por allá; conforme se iban desgranando los ganadores de las 20 categorías, los no ganadores miraban con resignación la estatuilla que se les negaba (fea es la jodía, por cierto).
Lo peor de estas celebraciones es que ni conoces a nadie, ni tienes casi nada en común con el resto de invitados. Vale, eres un friki muy friki en una reunión de frikis muy frikis, pero eso no quiere decir que tengas nada de qué hablar con ellos. Lo intentas, sí, pero no consigues enlazar mucho la conversación entre un tío que escribe sobre recetas de cocina de su pueblo, otra que habla de las excelencias del spectrum y del apagón tecnológico que se produjo cuando dejó de fabricarse y un tercero que narra los sueños eróticos con su tía 60 años mayor que él. Por eso sólo había un ganador por categoría y un ganador absoluto (www.nilibreniocupado.es/blog) y el resto estábamos allí de comparsa.
En fin, que con este panorama lo único que se puede hacer en estas reuniones es comer y beber. Como no sabes cómo va a evolucionar la velada, empiezas suavecito, con zumitos y eso; pero ves que con eso la fritanga que trae el catering no entra, así que te pasas a la cervecita. Supongo que la empresa había comprado una freidora y quería amortizarla en una noche, porque se tiraron varias horas sacando fritos y más fritos: choricitos, salchichitas, una especie de croquetas de jamón pero sin jamón, de estas que son todo masa, unas brochetas de hortalizas también fritas, curioso. En un momento dado sacaron unos canutillos que las chicas pensaron rellenos de chocolate y se abalanzaron a por el postre; pero no, no era chocolate, seguíamos con las fritangas, esta vez de morcilla. Pobres, les cambió la cara con el sabor y la textura. Ayer superé con mucho la ingesta de grasas de una semana, así que para que pasase no me quedaba más remedio que empujarlas con bebida, a poder ser alcohólica.
Y ese era el problema. En esta maldita cultura occidental nuestra, si no bebes alcohol no te diviertes. O eso pensamos, así que de las cervezas pasamos a los cubatas, y esa combinación de güisqui con morcilla no hace buenas migas, empecé a perder el rumbo y a orientarlo a todo aquello que tuviera faldas, en especial a una rubia impresionante (no, a la anoréxica no, a la otra, a la guapa).
Que digo yo, ¿por qué cuando te gusta alguien la pierdes de vista al tres por dos, y cuando alguien no lo hace te la encuentras por todos lados? Pues eso me pasaba a mí. Intenté sacar todo mi repertorio de lujo para la rubia buenorra, pero cuando menos me lo esperaba estaba frente al cardo anoréxico. Varias veces, además.
Lo de llegar oliendo a alcohol ha sido algo más complicado, porque normalmente no bebo, y aunque hiciese esfuerzos para mantenerme derecho y no chocar con la estantería, mi lengua estropajosa me delataba.
La noche se complicó cuando me puse en el punto de mira de uno de los camareros. Y allí estaba yo, detrás de las bandejas de comida, y con un camarero intentado que me pusiera detrás de él y con una rubia con la que querría ir a cenar y otra rubia que querría que fuese yo el plato único para comerme con patatitas. Curioso mundo éste.
El alcohol a eso de la una de la madrugada me hacía desvariar. Los pocos que quedaban en la fiesta tampoco desentonaban mucho conmigo. Hacía más de una hora que había perdido de vista a la buenaza y, lo que es peor, tenía un saco de huesos colgado de mi cuello y un camarero intentando soltarlo para colgarse él. Después de unos minutos lo dejo por imposible, o más bien se lo llevaron a recoger el sarao.
Lo del carmín en mi cuello creo que no se notó mucho, porque pasé por el servicio y lo limpié lo mejor que pude, no mucho, la verdad. El que había en mi polo no se notaba mucho porque también era rojo; de todas formas, lo he puesto en el cesto de la ropa sucia hecho un gurruño; espero que no destiña, el carmín, digo.
A partir de ahí, los recuerdos son más borrosos. Me pegó el bajón y recuerdo como flashes el resto de la noche. Intentando quitármela y que no había manera. Llevándola a que cogiera un taxi. Metiéndome en el taxi con ella. Subiéndola a su casa. Y ahí se acaban las imágenes.
Sé que tampoco hubo nada más; me conozco desde hace más de treinta años como para haberme dado cuenta si la cosa hubiera llegado a mayores. Pero también sé que tuvo que haber algún tipo de escaramuza más por su parte que por la mía. ¿Y cómo lo sé?, pues porque llegué a casa sin pantalones, y eso no es lo normal.
Lo de llegar sin pantalones fue algo más complicado de razonar. De todas formas, aproveché la coyuntura de que el Geta remontó y eliminó al Barça en la Copa del Rey y se plantó en la final, para hilar con que terminamos en una de las fuentes de la Castellana y que me quité el pantalón para no mojármelo y que me lo robaron. O algo así. Es curioso cómo vas tejiendo historias cuando rezumas alcohol por todos tus poros y no sabes como salir del berenjenal en el que te vas hundiendo.
No sé si la he convencido o es que estaba demasiado dormida como para reaccionar. El caso es que mi mujer se ha dado media vuelta y ha seguido durmiendo. También es posible que se haya hecho la dormida y esté rumiando su venganza. Todo es posible, sí. Aunque casi me inclinaría más por esta segunda opción.
Moraleja. A pesar de lo que diga el patán de Aznar, si bebes, no conduzcas; y si te vas de fiesta y tu mujer se queda en casa, no estás ni libre ni ocupado, así que por lo que pueda pasar o dejar de pasar, el alcohol, ni siquiera olerlo.
PS.- A la rubia buenorra: Tu número de teléfono y la dirección de tu blog se me quedó en el pantalón. ¿Te puedes pones en contacto tú conmigo?
PPS.- A la otra rubia, a la callo: Oye, que lo que he escrito sobre ti no es verdad, que eres muy guapa, y muy simpática, y eso. ¿Me devuelves el pantalón?; es que necesito el abono transporte para ir a trabajar.
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