¿Se puede decir de un político que es un inútil, un gilipollas y un peligro público? ¿No? Bueno, vale; entonces le diré a uno que conozco que no lo vaya diciendo por ahí.
En otro orden de cosas y sin nada que ver con el párrafo anterior, Aznar (señor tiene unas connotaciones de respeto, por eso no se lo pongo delante del apellido), anterior Presidente del Gobierno de la todavía conocida como España, tiene la habilidad de poner en un apuro a su partido cada vez que escupe ideas por el bigote. Su antecesor González sostiene que los expresidentes son como enormes jarrones chinos, que todo el mundo coincide en que son muy valiosos, pero nadie les puede sacar utilidad y, lo que es peor, siempre están estorbando. Aznar eso lo aplica al pie de la letra, salvo lo de ser valioso.
En el año 2004 tuvo la oportunidad de allanar el camino a su sucesor Rajoy para que arrasase en las elecciones generales; lo único que tenía que haber hecho era una aséptica declaración institucional en la que anunciase, condenase y lamentase los atentados del 11-M, decir que se estaba investigando la autoría y que se procuraría ir aportando información según se viese que no interfería en el trabajo de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ya está, sólo eso. Y hubiera quedado como un señor. El país hubiese cerrado filas y Rajoy hubiese arrasado con la bendición de Zapatero. En lugar de eso quemó a un patético bufón mandándolo a que nos convenciese de que ETA estaba detrás de las bombas. Patético, ese es el nombre que debería aparecer en su DNI; y la Real Academia de la Lengua Española debería plantearse poner una foto de este personajillo como definición del término patético.
Hace unas semanas Aznar tuvo la ocurrencia, maldita ocurrencia, de decir que por qué la Dirección General de Tráfico tenía que decirle a él cómo tenía que conducir, que por qué nadie tenía que conducir por él (en alusión a la campaña de “No podemos conducir por ti”). Quizás sea porque en este país hay casi 4 000 muertos todos los años en carretera y porque con comentarios como esos surgen kamikazes que alardean de ir a una media de 150 km / h (y para colmo son altos representantes políticos). Si Aznar se hubiera tomado el mismo interés en atacar a los conductores temerarios que el ardor que emplea en el tema etarra (recordemos que con un par de muertos en sus espaldas en los últimos años), otro gallo nos cantaría en las carreteras. Pero eso no da votos, o en todo caso los quita.
Su última ocurrencia ha sido decir que o estás conmigo o estás contra mí, que o me votas o tu voto legitima a ETA. Para redondear la faena, ha comparado la situación actual con la de hace 70 años. Es cierto que cuando se le ha respondido que es una barbaridad comparar la situación actual con la Guerra Civil, se ha apresurado a contestar que él en ningún momento hizo referencia a la guerra. Eso es cierto; es de suponer que hacía referencia al intento de repoblación de la rivera del Manzanares con cangrejo autóctono (¿era eso, Aznar? Mándanos a tu patético a corroborarlo).
La vena fascistoide le hace supurar por todos los poros de su piel y se olvida el expresidente que el mayor terrorista de este país con medio millón de muertos a sus espaldas (propios y ajenos, que como todo terrorista no distingue) es su añorado Franco.
Rajoy tiene dos opciones, o sigue a la sombra de Aznar y desaparece de la escena política el año que viene o le da una patada en el culo e intenta reconducir el caballo desbocado de su partido alejándolo del barranco de la extrema derecha. Pero es posible que un auriga que piensa que la solución está a la derecha de la extrema derecha no sea la solución.
Ninguno de estos elementos me merecen del que me refiera a ellos como señor. Y todos, hasta el dictador desde su tumba, han ocupado páginas en esta campaña electoral. Han olvidado que los verdaderos actores de estos comicios son alcaldes y concejales, y flaco favor les están haciendo intentando monopolizar la atención en sus vanidades personales.
Aguirre, tampoco para ti hay calificativo de señora, que sepas que me la trae al pairo el tema terrorista; tengo más posibilidades de caerme en una zanja de tu adorado Gallardón o de que me dé un síncope en la sala de espera de tus denostados hospitales públicos que de que me alcance una bomba etarra.
Si según la RAE terrorista es el que practica actos de terrorismo y terrorismo dominación por el terror, a mí me lo dais y mucho.
En otro orden de cosas y sin nada que ver con el párrafo anterior, Aznar (señor tiene unas connotaciones de respeto, por eso no se lo pongo delante del apellido), anterior Presidente del Gobierno de la todavía conocida como España, tiene la habilidad de poner en un apuro a su partido cada vez que escupe ideas por el bigote. Su antecesor González sostiene que los expresidentes son como enormes jarrones chinos, que todo el mundo coincide en que son muy valiosos, pero nadie les puede sacar utilidad y, lo que es peor, siempre están estorbando. Aznar eso lo aplica al pie de la letra, salvo lo de ser valioso.
En el año 2004 tuvo la oportunidad de allanar el camino a su sucesor Rajoy para que arrasase en las elecciones generales; lo único que tenía que haber hecho era una aséptica declaración institucional en la que anunciase, condenase y lamentase los atentados del 11-M, decir que se estaba investigando la autoría y que se procuraría ir aportando información según se viese que no interfería en el trabajo de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ya está, sólo eso. Y hubiera quedado como un señor. El país hubiese cerrado filas y Rajoy hubiese arrasado con la bendición de Zapatero. En lugar de eso quemó a un patético bufón mandándolo a que nos convenciese de que ETA estaba detrás de las bombas. Patético, ese es el nombre que debería aparecer en su DNI; y la Real Academia de la Lengua Española debería plantearse poner una foto de este personajillo como definición del término patético.
Hace unas semanas Aznar tuvo la ocurrencia, maldita ocurrencia, de decir que por qué la Dirección General de Tráfico tenía que decirle a él cómo tenía que conducir, que por qué nadie tenía que conducir por él (en alusión a la campaña de “No podemos conducir por ti”). Quizás sea porque en este país hay casi 4 000 muertos todos los años en carretera y porque con comentarios como esos surgen kamikazes que alardean de ir a una media de 150 km / h (y para colmo son altos representantes políticos). Si Aznar se hubiera tomado el mismo interés en atacar a los conductores temerarios que el ardor que emplea en el tema etarra (recordemos que con un par de muertos en sus espaldas en los últimos años), otro gallo nos cantaría en las carreteras. Pero eso no da votos, o en todo caso los quita.
Su última ocurrencia ha sido decir que o estás conmigo o estás contra mí, que o me votas o tu voto legitima a ETA. Para redondear la faena, ha comparado la situación actual con la de hace 70 años. Es cierto que cuando se le ha respondido que es una barbaridad comparar la situación actual con la Guerra Civil, se ha apresurado a contestar que él en ningún momento hizo referencia a la guerra. Eso es cierto; es de suponer que hacía referencia al intento de repoblación de la rivera del Manzanares con cangrejo autóctono (¿era eso, Aznar? Mándanos a tu patético a corroborarlo).
La vena fascistoide le hace supurar por todos los poros de su piel y se olvida el expresidente que el mayor terrorista de este país con medio millón de muertos a sus espaldas (propios y ajenos, que como todo terrorista no distingue) es su añorado Franco.
Rajoy tiene dos opciones, o sigue a la sombra de Aznar y desaparece de la escena política el año que viene o le da una patada en el culo e intenta reconducir el caballo desbocado de su partido alejándolo del barranco de la extrema derecha. Pero es posible que un auriga que piensa que la solución está a la derecha de la extrema derecha no sea la solución.
Ninguno de estos elementos me merecen del que me refiera a ellos como señor. Y todos, hasta el dictador desde su tumba, han ocupado páginas en esta campaña electoral. Han olvidado que los verdaderos actores de estos comicios son alcaldes y concejales, y flaco favor les están haciendo intentando monopolizar la atención en sus vanidades personales.
Aguirre, tampoco para ti hay calificativo de señora, que sepas que me la trae al pairo el tema terrorista; tengo más posibilidades de caerme en una zanja de tu adorado Gallardón o de que me dé un síncope en la sala de espera de tus denostados hospitales públicos que de que me alcance una bomba etarra.
Si según la RAE terrorista es el que practica actos de terrorismo y terrorismo dominación por el terror, a mí me lo dais y mucho.
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