Esta mañana, viniendo para la oficina, he tropezado con un baldosa suelta y he dado con mis huesos por tierra.
Accidente laboral in itinere: una semana de baja.
Normalmente te consigues medio equilibrar por el camino y sales más o menos airoso de la situación.
Hoy no ha sido éste el caso.
Y menos mal que no iba deprisa; recuerdo una vez de pequeño que iba corriendo por Uclés, tropecé con otro chaval, en el giro una de las manos se metió en un bolsillo del parka, me giré para equilibrarme y metí la otra mano en el otro bolsillo, avancé unos 5 metros arrollando a otro grupo de compañeros, para finalmente terminar estampado contra una portería de fútbol, no sin antes haber rebotado contra la pared. Resultado: 7 chavales por el suelo y yo con contusiones varias.
Y menos mal que no había “elementos extraños” por el camino; recuerdo otra vez en Ubrique que iba por la sierra y llegué a un punto de no retorno. Malo será, pensé, por aquí puedo bajar. Y bajé, sólo que mi cuerpo avanzaba más rápido de lo que iban mis piernas, hasta que llegué a un punto en el que tuve que saltar, aterricé sobre una piedra, la inercia me hizo saltar a otra, y de esta segunda a una tercera, y así, como saltando por entre las hamburguesas de Humor Amarillo, hasta que topé con una que estaba suelta, igual que en Humor Amarillo. Me torcí el tobillo y caí sobre la piedra, con tan mala suerte que la inercia me arrastró de la piedra a un árbol, y de ahí a otro árbol, y a otra piedra, y a otro árbol, ... Perdí la cuenta y casi la consciencia. Al final recuerdo que me equilibré al llegar al final de los árboles; uf, pensé, si al final hasta no voy a caer. Pero ahí el tobillo terminó de hacer crack y aterricé sobre la panza, como un avión sin tren de aterrizaje. Cuando por fin frené, lo primero que hice fue escupir el puñado de tierra que me había tragado en el aterrizaje. Ay, Hommer Simpson, cómo empatizo contigo cuando te veo caer ladera abajo. Resultado: hecho un Nazareno.
Pues esta mañana fue menos espectacular. Tropecé, me trastabillé, no vi pasar mi vida por delante de mí, o al menos no lo recuerdo, porque estaba más preocupado de no avanzar mucho y caer fuera de la acera, debajo de un autobús que ni se hubiera enterado de que había pasado por encima de mi cabeza, procuré no caer en el lado donde llevo el móvil (la de cosas que te da tiempo a pensar en esas décimas de segundo de caída libre) y, finalmente, caí de bruces entre un bolardo y un cubo de basura, justo al lado de una mierda de perro que milagrosamente he podido esquivar.
Me he levantado todo digno, apoyándome en el bolardo y el cubo de basura, como si nada hubiera pasado y me he atusado la ropa, procurando no hacer más grande el jirón de la rodilla.
A esa hora había poca gente en la calle, pero la poca que había se ha descojonado conmigo. Mira por donde les he alegrado el día. Poco ha importado mi mano sangrante, mi pantalón roto, mi cara de susto y que andase como un Teletubie.
En fin, por un momento he estado tentado de gritar lo de
PGC, pero para eso mi madre no me pagó una escuela de pago, así que conforme ha entrado por mi cabeza ha salido.
En fin, el señor Gallardón es uno de los más recordados de esta ciudad a diario.
Propongo fundar un partido político: el
PGC. Seguro que en Madrid tendría mucho éxito. Luego se podría exportar a otras ciudades y autonomías, para finalmente lanzar una candidatura a nivel nacional: el
PZC.
No sé, es sólo una idea que lanzo.