De esta me echan, seguro.
Tenemos un jefe nuevo, un chaval joven con nosecuántos másteres y demás.
Lleva unos días por la oficina intentando comprender la ideosincrasia de la empresa y el nuevo mercado en el que se mete. Misión casi imposible, vamos.
Hoy he intentado hacer de buen anfitrión, así que aprovechando que hemos quedado varios para ir a cenar, le he invitado a que nos acompañe.
- Sí, claro, encantado.
Pobre, la verdad es que está un poco perdido.
Hemos quedado en un restaurante a la entrada del pueblo. Los otros compañeros han salido antes para pasarse por casa, y cuando íbamos a salir nosotros lo ha pillado Franz por banda y ha empezado a explicarle lo maravilloso e importante que es su trabajo. Franz habla sólo bávaro y sólo lo oye el cuello de su camisa, por lo que los que lo conocemos desconectamos cuando empieza a hablar.
Éste, evidentemente, no lo conoce, así que ha empezado algo así como un proceso de comunicacón interactiva con un tío al que no entiende ni su mujer.
- Bueno, quedamos en el restaurante - le he dicho mientras salía.
- Vale, nos vemos ahora.
He ido al restaurante, y curiosamente el españolito era el único que ha llegado a la hora en punto.
En alemán martes se dice Dienstag, día de servicio, que es el día en el que todos los organismos están abiertos más tiempo de lo normal para hacer cualquier tipo de trámites. Pues además es el día que este restaurante aprovecha para no hacer ningún trámite, porque es su día de descanso.
Lo otros dos compañeros han llegado veinte minutos tarde. A la media hora ya se nos estaba cayendo la moquita. Y el jefe sin aparecer.
Había 2 posibilidades:
En cualquiera de los dos casos, no iba a aparecer. Y el frío que hace no invita a quedarse de pie derecho a la puerta de un restaurante cerrado. Y además teníamos hambre.
Se imponía una decisión rápida; no tenía su número de teléfono y no pintaba que fuera a aparecer pronto. Tras un meditado estudio de pros y contras, nos hemos ido a otro restaurante.
En fin, que he dejado a mi jefe colgado en medio de la gélida nada.
Niña, ya te tengo dicho que no me importa ser un mantenido. Espero que con tu sueldo tengamos bastante para los dos.
... porque lo de ganarse el sueldo como los príncipes, va a ser que no.
Vale, es un poco bestia. Perdón. Rectificamos:
¡Anda que como me secuestren el blog por publicar esto!
De todas formas, Felipe, tú no te preocupes. Si a Letizia no le gusta que ponga estos inocentes dibujos en el blog, tú dímelo, que los quito pero ya mismo. Díselo a José Luís para que le pida mi teléfono a Pedro o a Alfredo, que ellos seguro que lo tienen. Me llamas y ya está, hombre, que para eso estamos. No soy monárquico, pero como juancarlista haré ese esfuerzo por ti. Venga, no dudes en llamarme. Dale un beso a las niñas de mi parte. Adiós.
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