Por fin he terminado la oferta de los 250 000 euros. Algo más ha sido al final.
Me ha costado 2 días de trabajo, preguntar a 10 personas distintas, volver a preguntar una treintena de veces a esas 10 personas porque la información o no era correcta o no era completa, y lo que es lo peor, tener al cliente preguntándome cada 2 horas qué pasaba con su oferta.
250 000 euros.
Eso no lo gano yo todos los días.
Parece ser que aquí sí.
El sábado estuve en Neustadt an der Donau, Pueblo Nuevo a la ribera del Danubio vamos. Estaban de fiestas, que son como las españolas, pero que en lugar de jotas tienen a los niños haciendo bailes maricones con unas cintitas, que en lugar de cucaña tienen un palo con colorines y que en lugar de toros hay un tío con un trapo dando la salida a coches de época. Nada nuevo bajo el sol.
Me llamó la atención que había un grupo de chavales que hacía una representación en la calle. Básicamente era traducir Another Brick in the Wall, de Pink Floyd, subiéndose a una silla y gritándolo. Gritándolo en alemán, claro, que si en un idioma medianamente inteligible impresiona, en alemán no digamos.
Aparte de la calidad artística, que no la dudo, y del mérito de actuar en la calle, que lo tiene y mucho, lo que llamaba la atención era que esa mañana llovió y había algunos charcos en la calle. Y justamente pusieron la silla delante de uno de esos charcos, delante del más grande. Al ritmo de la música, los chavales deambulaban sin rumbo alrededor de la silla y, cuando les tocaba, se subían y gritaban su parte de texto. Se subían evitando como buenamente podían el charco y al bajar, cuando se habían relajado de la actuación y, sobre todo, ya se les había olvidado el puñetero charco, caían dentro de él.
Así uno, y otro, y otro, ...
A ninguno se le ocurrió aprovechar su deambular para mover un poquito la silla, sólo un par de palmos.
Eso es sintomático.
En la empresa puedes tener mil maneras de hacer las cosas. Posiblemente 990 no sean válidas y de las 10 restantes, dependerá de la situación. Si trabajas para una empresa alemana y tienes la mala suerte de que te toque cerca de un charco, lo pisarás una y otra vez antes de que alguien mueva la puñetera silla. Y no se te ocurra proponerlo; te tacharán de todo menos de buscar algo positivo. La silla está ahí, siempre lo ha estado y por qué va a venir un españolito a cambiar lo que funciona (aunque no funcione).
Pero eso te llama la atención si no eres de aquí. En caso de serlo pensarás, vaya mala suerte que han puesto la silla delante del charco y no les queda otra que pisarlo.
Me ha costado 2 días de trabajo, preguntar a 10 personas distintas, volver a preguntar una treintena de veces a esas 10 personas porque la información o no era correcta o no era completa, y lo que es lo peor, tener al cliente preguntándome cada 2 horas qué pasaba con su oferta.
250 000 euros.
Eso no lo gano yo todos los días.
Parece ser que aquí sí.
El sábado estuve en Neustadt an der Donau, Pueblo Nuevo a la ribera del Danubio vamos. Estaban de fiestas, que son como las españolas, pero que en lugar de jotas tienen a los niños haciendo bailes maricones con unas cintitas, que en lugar de cucaña tienen un palo con colorines y que en lugar de toros hay un tío con un trapo dando la salida a coches de época. Nada nuevo bajo el sol.
Me llamó la atención que había un grupo de chavales que hacía una representación en la calle. Básicamente era traducir Another Brick in the Wall, de Pink Floyd, subiéndose a una silla y gritándolo. Gritándolo en alemán, claro, que si en un idioma medianamente inteligible impresiona, en alemán no digamos.
Aparte de la calidad artística, que no la dudo, y del mérito de actuar en la calle, que lo tiene y mucho, lo que llamaba la atención era que esa mañana llovió y había algunos charcos en la calle. Y justamente pusieron la silla delante de uno de esos charcos, delante del más grande. Al ritmo de la música, los chavales deambulaban sin rumbo alrededor de la silla y, cuando les tocaba, se subían y gritaban su parte de texto. Se subían evitando como buenamente podían el charco y al bajar, cuando se habían relajado de la actuación y, sobre todo, ya se les había olvidado el puñetero charco, caían dentro de él.
Así uno, y otro, y otro, ...
A ninguno se le ocurrió aprovechar su deambular para mover un poquito la silla, sólo un par de palmos.
Eso es sintomático.
En la empresa puedes tener mil maneras de hacer las cosas. Posiblemente 990 no sean válidas y de las 10 restantes, dependerá de la situación. Si trabajas para una empresa alemana y tienes la mala suerte de que te toque cerca de un charco, lo pisarás una y otra vez antes de que alguien mueva la puñetera silla. Y no se te ocurra proponerlo; te tacharán de todo menos de buscar algo positivo. La silla está ahí, siempre lo ha estado y por qué va a venir un españolito a cambiar lo que funciona (aunque no funcione).
Pero eso te llama la atención si no eres de aquí. En caso de serlo pensarás, vaya mala suerte que han puesto la silla delante del charco y no les queda otra que pisarlo.
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