Cristo está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso, y éste se preocupa de que los ingenieros no estemos muy lejos por si acaso. Más de una vez se ha encontrado con un marrón de narices y hemos tenido que ser nosotros los que le hemos sacado las castañas del fuego.
De todas formas, una cura de humildad de vez en cuando nunca viene mal.
Esta mañana he intentado cargar un plano en la tarjeta de memoria del móvil. El pantallón enorme del ordenador tiene lector de tarjetas de memoria en un lateral, así que pensé que no iba a necesitar el cable de conexión.
Metí la tarjeta y ... mierda ... no hacía tope. Se me había quedado dentro. He intentado sacarla con la punta de un boli y no había manera. Al final he optado por el método español, he volcado la pantalla del ordenador hasta que ha salido.
Qué susto! Menos mal que ha salido.
Y entonces, idea feliz, ¿a ver si la he intentado meter al revés, con las conexiones al lado contrario? Y he probado al contrario, y se me ha vuelto a quedar la tarjeta dentro. Esta vez más adentro.
Mierda. A ver si con el boli ... No, es demasiado grueso.
A ver si con el portaminas ... Mierda, se ha partido la mina y se ha quedado dentro.
Pfff.
Bueno, método español que te crió. Pero esta vez, aparte de no salir la tarjeta, al volcar la pantalla se ha apagado y no se ha vuelto a encender. ¿Qué pasa, que mi tarjeta no sale, pero todos los bytes sí que se han escapado por la ranura del lector?
Pfff, mierda y pfff otra vez.
Llamo al informático. Oye, que no puedo sacar la tarjeta. Habrá pensado: este españolito que no sabe como funciona la alta tecnología.
Llega, mira y dice: pero si no hay ninguna tarjeta dentro. Que sí, que la acabo de meter. Prueba con un boli; ups, creo que la he metido un poco más. Scheiße; mira, ya comienzo a pensar en alemán.
Bueno, dice, voy a llamar al infirmático. Pero el informático no eras tú? Sí, claro, pero soy de software; voy a llamar al de hardware. Bendito país que tiene un informático de software, otro de hardware y otro para limpiarle el polvo al teclado; nosotros hacemos algo parecido, la mujer de la limpieza es la informática de la empresa. Así nos va.
Llega el informático de hardware, primo hermano de Fu-Man-Chú, calvo como una bola de billar, pero con una coleta que le llega hasta donde la espalda pierde su honroso nombre.
Aquí no hay tarjeta. Ya estamos tocando los cojones, pienso; que sí, que la acabo de meter.
Saca del bolsillo una navaja suiza de medio metro y la empieza a blandir tipo luchacos; pienso, coño, he metido la tarjeta y este me va a castigar rebanándome el pescuezo. Pero no, enfila el ordenador y se dispone a sacar la tarjeta. Un profesional, he ahí un profesional con los útiles adecuados ...
Un mierda, he ahí un mierda. Pues no va el mamonazo y me dice que ha metido la tarjeta más dentro todavía. Por lo menos ahora estamos todos seguros de que la tarjeta está dentro. Eso es un avance.
La tecnología alemana se rinde a la tradición hispana: coge la pantalla y la vuelca, pero ni por esas; claro, a estas alturas la tarjeta debe estar por el esófago.
Y además la pantalla no se ve, dice. Y yo ahí callado pensando, a ver si cree que ha sido él el que se la ha cargado.
Al final trinca la pantalla debajo del brazo y se la lleva al laboratorio. Vale, llevo 2 semanas aquí y el colega se pasea por toda la oficina con mi ordenador debajo del brazo. El paso siguiente es explicar a mis compañeros, mi jefe incluido, por qué Fu-Man-Chú se lleva mi ordenador mientras entona una marcha fúnebre; discreto el niño.
Vuelve al rato; conecta los cables, pero la pantalla sigue sin funcionar. Y yo nervioso porque no sé qué ha pasado con mi tarjeta. Mira por un lado, comprueba por otro, se saca del bolsillo la tarjeta y me la da porque ya estoy empezando a ponerlo nervioso con mis preguntas sobre la tarjeta, vuelve a comprobar, vuelve a mirar. Finalmente se da cuenta de que se ha desenganchado un empalme de alimentación de la pantalla.
Maldita tecnología alemana, al final recurren a los empalmes y a zarandear la pantalla como nosotros.
Y a todo esto, no he podido cargar el plano. Cualquiera prueba otra vez.
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