Al principio no le das importancia, hasta te parece normal.
Luego vas atando cabos.
Este fin de semana me repatriaron para un par de días. Como mi mujer estaba aquí, hicimos coincidir el viaje de vuelta para volver juntos y aprovechar para pasar el fin de semana en casa de mis padres.
El viaje de Beilngries al aeropuerto de Munich lo hicimos con un taxi que le pegaba y bien. A 180 km por hora en algunos trayectos. Es cierto que el coche era grande y que iba a 70 menos de los permitidos aquí por autovía. De todas formas, era lógico el desencanto de mi mujer por ir a esa velocidad.
Al llegar al aeropuerto facturamos el equipaje y me dijo que tenía hambre, algo raro, teniendo en cuenta que ella nunca tiene y soy yo el que siempre está hambriento.
Había un restaurante al lado, pero no le convencía, así que buscamos otro. El segundo tampoco le convencía, por lo que estuvimos a punto de volver al primero. Y menos mal que no lo hicimos, porque terminé deprisa y corriendo porque nuestro vuelo salía ya. En el control de entrada oímos nuestros nombres por megafonía en la última llamada, y corriendo con el cinturón en la mano llegamos al avión cuando estaban a punto de cerrar las puertas. Por los pelos.
Al llegar a Madrid, el equipaje no salía. Además había facturado un paquete voluminoso, así que nos tocó esperar un poco más.
Al salir del aeropuerto ya no llegábamos a coger el autobús. Por suerte hay otro a las 10, dije; con salir a las 9 de casa tenemos tiempo de sobra.
A las 9:30 estábamos saliendo de casa. Un poco justito, niña; pero es casi linea directa de metro, así que no habrá problema.
Al llegar al trasbordo de Cuatro Caminos, conforme voy a coger la escalera de bajada al andén, mira el cartel y dice que nos hemos equivocado, que es el otro. Otra vez deprisa y corriendo damos media vuelta y vamos al andén contrario. Pero cuando estamos en él, miro los carteles y me doy cuenta de que íbamos bien, que el tren que acababa de arrancar en el lado contrario de las vías es el que deberíamos haber cogido. Otra vez corriendo volvemos al andén correcto. Con un tren de retraso, claro.
- Si ya no llegamos, si casi que debíamos darnos la vuelta, si ...
Menudo viajecito, cargado de maletas y oyendo esa letanía.
Al llegar a la Estación Sur le dije que fuese hacia el autobús que estaba en los primeros andenes, que yo iba a las taquillas a sacar los billetes, pero que por si acaso estaban cerradas, que preguntase al autobusero que si se podía comprar en el coche.
Aún quedaban unos minutos y la taquilla estaba abierta, compre los billetes con cierto tiempo y baje a los andenes. Y me encontré en el autobús, que estaba unos pocos coches más allá de donde le había dicho, solo y sin saber dónde estaba ella.
Había subido a las taquillas. Me llamó por el móvil y le dije que bajase, que la esperaba en el coche. Y la esperé. Y la esperé.
El conductor del autobús me decía que no podía esperar más. Un minuto más, por favor; pero si ya le habría dado tiempo a bajar y subir cuatro veces.
Por fin, unos minutos después de la hora de salida del autobús apareció. Menos mal que el conductor se apiadó de mí y nos esperó, que si no, me veo con los billetes en la mano viendo cómo sale el autobús.
Me contó una historia que que no había encontrado el autobús, y que había subido porque pensaba que ya había salido, y que al bajar seguía sin encontrarlo, ... Una historia completamente coherente y razonable, del tipo de historias que los hombres nunca seremos capaces de entender. Yo ya hace tiempo que dejé de intentarlo, ¿para qué?
Por fin estábamos camino del pueblo, a donde llegamos a eso de las 12 de la noche y después de casi 2 000 kilómetros y muchas, muchas horas de viaje.
Ahora, recapitulando, me doy cuenta de una cosa:
La Virgen, lo que la gente cuelga en YouTube. Y lo que es peor, lo que la gente hace. La peña está muy grillada, ¿eh?
Luego vas atando cabos.
Este fin de semana me repatriaron para un par de días. Como mi mujer estaba aquí, hicimos coincidir el viaje de vuelta para volver juntos y aprovechar para pasar el fin de semana en casa de mis padres.
El viaje de Beilngries al aeropuerto de Munich lo hicimos con un taxi que le pegaba y bien. A 180 km por hora en algunos trayectos. Es cierto que el coche era grande y que iba a 70 menos de los permitidos aquí por autovía. De todas formas, era lógico el desencanto de mi mujer por ir a esa velocidad.
Al llegar al aeropuerto facturamos el equipaje y me dijo que tenía hambre, algo raro, teniendo en cuenta que ella nunca tiene y soy yo el que siempre está hambriento.
Había un restaurante al lado, pero no le convencía, así que buscamos otro. El segundo tampoco le convencía, por lo que estuvimos a punto de volver al primero. Y menos mal que no lo hicimos, porque terminé deprisa y corriendo porque nuestro vuelo salía ya. En el control de entrada oímos nuestros nombres por megafonía en la última llamada, y corriendo con el cinturón en la mano llegamos al avión cuando estaban a punto de cerrar las puertas. Por los pelos.
Al llegar a Madrid, el equipaje no salía. Además había facturado un paquete voluminoso, así que nos tocó esperar un poco más.
Al salir del aeropuerto ya no llegábamos a coger el autobús. Por suerte hay otro a las 10, dije; con salir a las 9 de casa tenemos tiempo de sobra.
A las 9:30 estábamos saliendo de casa. Un poco justito, niña; pero es casi linea directa de metro, así que no habrá problema.
Al llegar al trasbordo de Cuatro Caminos, conforme voy a coger la escalera de bajada al andén, mira el cartel y dice que nos hemos equivocado, que es el otro. Otra vez deprisa y corriendo damos media vuelta y vamos al andén contrario. Pero cuando estamos en él, miro los carteles y me doy cuenta de que íbamos bien, que el tren que acababa de arrancar en el lado contrario de las vías es el que deberíamos haber cogido. Otra vez corriendo volvemos al andén correcto. Con un tren de retraso, claro.
- Si ya no llegamos, si casi que debíamos darnos la vuelta, si ...
Menudo viajecito, cargado de maletas y oyendo esa letanía.
Al llegar a la Estación Sur le dije que fuese hacia el autobús que estaba en los primeros andenes, que yo iba a las taquillas a sacar los billetes, pero que por si acaso estaban cerradas, que preguntase al autobusero que si se podía comprar en el coche.
Aún quedaban unos minutos y la taquilla estaba abierta, compre los billetes con cierto tiempo y baje a los andenes. Y me encontré en el autobús, que estaba unos pocos coches más allá de donde le había dicho, solo y sin saber dónde estaba ella.
Había subido a las taquillas. Me llamó por el móvil y le dije que bajase, que la esperaba en el coche. Y la esperé. Y la esperé.
El conductor del autobús me decía que no podía esperar más. Un minuto más, por favor; pero si ya le habría dado tiempo a bajar y subir cuatro veces.
Por fin, unos minutos después de la hora de salida del autobús apareció. Menos mal que el conductor se apiadó de mí y nos esperó, que si no, me veo con los billetes en la mano viendo cómo sale el autobús.
Me contó una historia que que no había encontrado el autobús, y que había subido porque pensaba que ya había salido, y que al bajar seguía sin encontrarlo, ... Una historia completamente coherente y razonable, del tipo de historias que los hombres nunca seremos capaces de entender. Yo ya hace tiempo que dejé de intentarlo, ¿para qué?
Por fin estábamos camino del pueblo, a donde llegamos a eso de las 12 de la noche y después de casi 2 000 kilómetros y muchas, muchas horas de viaje.
Ahora, recapitulando, me doy cuenta de una cosa:
¡¡¡Joder, niñas, lo que sois capaces de hacer por no tener que aguantar a vuestra puñetera suegra!!!
La Virgen, lo que la gente cuelga en YouTube. Y lo que es peor, lo que la gente hace. La peña está muy grillada, ¿eh?
1 comentario:
Qué fuerte el video de youTube!!!
Pipi
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