Y no me refiero a cuando deseas que tu suegra se dedique a la jardinería, a criar Malvas, por ejemplo (que no, Isabelita; ¿cómo voy a pensar yo eso, con lo que te quiero?).
Me refiero a tener cuidado con lo que se pide en el restaurante. Hoy tenía hambre, mira tú por donde, así que me he dejado de ensaladitas y me he ido a un italiano. Aquí lo tendré fácil para pedir, pensé.
Pizzas, calzones, spaghetti, ... Pero en la carta había algo que sobresalía: Giganti ai Porcini. Porcini, cerdo, Giganti, gigante y ai, pues eso: ya está, traducción, "hay cerdo gigante". Si es que siempre he sido bueno para los idiomas.
He estado a punto de pedir dos cervezas, porque con una no me iba a llegar.
Mientras esperaba han servido unas pizzas familiares a unos patateros, pero que cada uno se ha comido una. Eso sí, con cuchillo y tenedor, que eso de tocar la comida con la mano está muy mal visto.
También han servido a una señora que estaba delante de mí un plato de spaghetti más grande que ella.
He comenzado a salivar; si unos tristes spaghetti los sirven en tal cantidad, lo mío que es giganti ...
Y sí, era giganti; esto no lo había visto en España, eran como raviolis, pero distintos. Y sí, tenías que partirlos en 4 trozos para poder comértelos. 16 bocados, porque eran 4 reviolis contados. Y el cerdo, ni olerlo, que hoy es viernes (otra vez viernes) y aquí la Cuaresma enlaza con la del año siguiente.
Así que yo ahí, comiéndome mis tristes raviolis mientras la vieja se atiborraba de carbonara, que he estado a punto de decirle: "Abuela, si le quedan 4 días; ¿no ve que comiendo tanto le va a dar un trus?"
Pues no, no le ha dado un jamacuco. He estado estirando la comida para que me durase y engañar a mi estómago.
Pero nada, es que yo tengo un estómago muy listo y no se ha dejado engañar, así que está protestando.
Os dejo, que tengo que echarle algo de comida, porque me da la impresión que ha comenzado a darle mordiscos al hígado.
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