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ME LIMITO A TRANSCRIBIR LO QUE ALGUIEN
EN ALGÚN MOMENTO EBRIO ME CONTÓ.
SI ALGUIEN SE SIENTE ALUDIDO,
SEGURO QUE NO TIENE RAZÓN.
TODAS LAS SITUACIONES Y PERSONAS,
INCLUSO NOMBRES, SON FICTICIOS.
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  • CALENDARIO DE CARRERAS - 2 010.


  • COMUNIONES 2 010.


  • 30 octubre 2006

    061030 de solidaridad

    El domingo estuvimos en una subasta solidaria; realmente fue comida solidaria, en la que cada uno ponía algo de comida y pagaba una cantidad a un fondo general, seguida subasta solidaria, en la que cada uno llevaba cosas para subastar al mejor postor.

    Esa era la idea, porque al final sólo algunos llevaron algo de comida y no se cobró ninguna cantidad por comer; en cuanto a la subasta, que a todas luces era ilegal, por muy buenas intenciones que tuviera, fue con mucho lo más útil de la jornada: sirvió para que la gente se librase de trastos inútiles que siempre terminan dando vueltas de un sitio para otro sin encontrarles utilidad. Por el contrario, tuvo algunos resultados nocivos, ya que en primer lugar sacó un espíritu consumista enfermizo que nos hizo adquirir artículos que nunca en nuestra vida utilizaremos, arrastramos a unas inocentes niñas a la ludopatía hasta el punto de hacerse ellas con el martillo de la subasta y, por ende, con el control del cotarro y por último volver a llenar nuestras casas con trastos inútiles, a la espera de una próxima subasta en la que nos podamos deshacer vilmente de ellos. En fin, en un momento conseguimos unos 300 euros que ayudaran a muchas personas, empezando por nosotros mismos, que con una mínima aportación conseguimos tranquilizar nuestras ya de por sí tranquilas conciencias, al menos hasta la próxima subasta.

    El único objeto útil, una jaula para meter el móvil o las chocolatinas y así dificultar el acceso a su consumo, fue unos de los varios objetos que no encontraron salida; en fin, ya estoy preparando mi cartera para adquirirlo en la próxima subasta que será antes de Navidades, para adquirir los regalos comprometidos para esas fechas, o la siguiente después de Navidades, para deshacernos de esos regalos inútiles que alguien ha considerado que no sabe cómo hemos podido vivir sin ellos hasta ahora.

    27 octubre 2006

    061027 de evolución

    Me acaba de llamar mi prima para decirme que va a ser niña el bebé que está esperando. Es algo que me esperaba; la última vez que la vi hace un mes lo vi claro, aunque tuve que nadar contra corriente porque todo el mundo esperaba que esta vez fuera niño: entre mis 2 primas y mis 3 hermanas juntan 8 chicas y sólo 2 chicos.

    No me coge de sorpresa porque, aunque puede que no sea muy científico, la barriga de las embarazadas tiene una forma distinta dependiendo de si lo que está en camino es chico o chica, y parece ser que me estoy especializando en distinguirla, porque hasta la fecha pocas veces me he equivocado, por no decir ninguna. Pero también estaba convencido porque la naturaleza es sabia y busca la supervivencia de la especie, eliminando a los elementos menos útiles: hasta hace no muchos años, la fuerza física y la necesidad de inseminación natural para la procreación hacían al hombre imprescindible y lo colocaban en una posición privilegiada dentro de la pirámide evolutiva; en un mundo cada vez más tecnificado, en el que la fuerza ha perdido peso frente a la inteligencia y en el que la inseminación ya no puede dejarse al azar, los hombres, convenzámonos de ellos, somos un animal en peligro de extinción, en pocos años no serviremos ni siquiera para los trabajos más burdos. Subir los escalones de la evolución ha costado millones de años, pero desde el momento en el que las mujeres se dieron cuenta de que el placer que les damos es fácilmente sustituible e incluso mejorable, estamos demostrando la ley física de que todo lo que sube tiende a bajar.

    Mi cuñado dijo al nacer su hija: “Pobre hija mía que te va a tocar vivir en este mundo tan machista”; yo cambiaría la sentencia por: “Pobres de nosotros, hijos de un dios menor, que estamos abocados a arrastrarnos en un mundo cuyo futuro pertenece a las mujeres”.

    20 octubre 2006

    061020 de guarderías

    Mi primer recuerdo de infancia es mi madre entrando en mi viejo dormitorio de pueblo y diciéndome “venga, niño, arriba, no vayas a llegar tarde el primer día". Entonces se llamaba parvulario y era el mundo exterior que nos aguardaba, lo desconocido, la aventura que afrontábamos con más admiración que miedo.

    Ahora soy yo el que despierta a mi hija. En su primer día he utilizado las mismas palabras que mi madre empleó conmigo, esperando que la reacción fuera semejante y que el recuerdo perdurase.
    No, creo que no ha sido igual; ha soltado algún tipo de gruñido ininteligible y ha dicho, en su corto lenguaje, que si tan interesado estaba, que fuese yo; ¡Ay, hija mía, si yo pudiese …!

    19 octubre 2006

    061019 de negociaciones

    Las peores negociaciones de mi vida han tenido lugar en el campo de batalla de casa. Y normalmente han sido por nimiedades.

    Cuando estás en una reunión con el director general de una multinacional sabes que si has llegado hasta allí es porque tu producto es bueno y él lo sabe, por lo que la negociación tiene sentido. En casa es distinto, eres consciente de que no hay verdades absolutas y de que aunque tengas el 99.9% de los argumentos a tu favor, el 0.1% restante hará que fracases.

    Dejé de discutir con mi mujer por el papel higiénico del cuarto de baño cuando mis hijas fueron adolescentes; yo utilizo normalmente un pequeño aseo que hay en el exterior de la casa, pero por h o por b la culpa de que en el baño principal el papel no se repusiese no era de ellas, por lo que tenía que ser mía, supongo. Una discusión enlazaba con otra, y al final terminábamos ellas enfurruñadas y yo cubierto hasta el cuello de lo que el papel tenía que haber limpiado.

    Decidí aplicar las técnicas de negociación que había aprendido, un MBA debía servir para algo, y empecé por introducir las nuevas tecnologías: ahora hay un teléfono en el baño principal para que avisen cuando el papel está agotado.

    17 octubre 2006

    061017 de deportes minoritarios

    Vivimos en un mundo mediatizado por el fútbol y todo lo que no sea correr detrás de un trozo de cuero dándole patadas es salirse de lo establecido, ser un bicho raro. Yo he formado parte de esas hordas inquisidoras que no aceptan otra religión distinta del deporte rey, pero Dios me dotó de piernas torcidas, por lo que jugando al fútbol el único futuro seguro que tenía era tropezar y caer. Probé en otros deportes como el baloncesto o el balonmano; a pesar de no ser pequeño, tampoco soy grande, por lo que mi bagaje es un ojo morado y una costilla rota. Ciclismo y ajedrez me han dado mayores satisfacciones; es posible que tener las piernas torcidas haya favorecido un poco, no lo sé.

    El deporte está bien en tu época de estudiante, te ayuda a relacionarte con la gente, a ligar en el mejor de los casos, a mantenerte en forma. Cuando empiezas a trabajar pasa de ser algo divertido a algo imprescindible; es curioso cómo la barriga crece exponencialmente al tiempo que permaneces en el potro de tortura del ordenador. Desesperadamente buscas un medio drástico para perder los kilos que has ganado en esos pocos primeros meses de trabajo. Piensas en un gimnasio, pero ni es divertido, ni tienes tiempo y/o dinero; buscas equipos de lo que sea, pero no tardas en darte cuenta de que una mega ciudad apenas tiene gente que coincida con tus horarios. Finalmente, cuando ya estás a punto de darlo todo por perdido, de pensar que tu barriga no parará de crecer hasta el infinito, de que pronto tendrás que optar por zapatos sin cordones y un calzador de medio metro para no tener que agacharte, hojeas un periódico o alguien te cuenta de un deporte rarísimo o un grupo de locos (que normal y curiosamente están más relacionados de lo que pudiera parecer), que entrenan no muy lejos de tu casa.

    Esto es lo que me pasó a mí. Nunca había oído hablar del lacrosse, ni siquiera sabía cómo se pronunciaba, pero allí estaba yo, con un palo que no sabía coger en mis manos, recibiendo y dando pelotazos (no, el juego no consiste en dar pelotazos ni palos, pero cuando no sabes es lo que ocurre) y entonces te preguntas cómo has podido vivir tantos años sin ese deporte. Muchos han pasado por nuestro grupo, nuestra secta de lacrossianos, pero pocos han quedado, muchos han sido los llamados, pero pocos los elegidos. Con el tiempo se ha ido formando un grupo capaz de sacrificar vacaciones y salud por una idea; nunca se agradecerá, es más, sólo se recibirán desplantes por ello. Esto poco me importa; sólo puedo decir que me ha mantenido vivo y que no cambio ninguna de las anécdotas que hemos pasado, batallitas que contamos una y otra vez, por la cómoda vida del no hacer nada y esperar que todo te venga del cielo, mientras te quejas de lo poco emocionante que es la vida en la ciudad.

    11 octubre 2006

    061011 de Olimpiadas

    Hace un para de fines de semana se produjo un hecho que no por previsible deja de ser alarmante; un grupo de jóvenes se enzarzó en una pelea dentro de un vagón del Metro a altas horas de la madrugada. La batalla campal terminó con la intervención de la policía y varias personas, civiles y combatientes, contusionadas.

    Lo previsible no viene de que los jóvenes encuentren que su única diversión es terminar borrachos en la madrugada del sábado y utilicen cualquier excusa para arrasar con mobiliario urbano, se metan en peleas o empleen el suburbano para demostrar, que no demostrarse, lo machitos que son cruzando vías; eso entraría dentro de lo esperable y, en cierto modo, lógico de 70 kilos de testosterona en pura efervescencia.

    En realidad es previsible porque sólo hay que darse una vuelta a cualquier hora del día o de la noche por la ciudad y ver cómo señoras respetabilísimas pierden la compostura y hasta las uñas por entrar en el vagón del Metro a empujones, que jóvenes de aspecto de estudiante de seminario empujan a embarazadas para adelantarse a ellas y sentarse en los asientos reservados, que calzonazos sacan el monstruo que llevan dentro cuando se sientan al volante y no dudan en achuchar a los temerarios vejetes que osan cruzar los pasos de cebra para que se den prisa, a padres que agreden si no de un modo físico, al menos sí verbal a los profesores que han cometido la blasfemia de reprender a sus maleducados retoños.

    Por alguna extraña razón, los líderes de nuestro clan se han enzarzado en una curiosa empresa, la de hacer de esta ciudad sede de unos Juegos Olímpicos. Es evidente que si algo les mueve a esto es la cantidad de dinero que mueve y el prestigio interclanes que genera. Para esto se necesita algo que es posible que se haya pasado por alto a nuestros afamados líderes de unos y otros partidos: que la empresa se lleve a buen término. Es una premisa sencilla, pero creo que no han caído en ella. ¿Creen en realidad que es bueno para la ciudad que durante un mes las televisiones del mundo estén transmitiendo el Gran Hermano de uno de los lugares menos cívicos del planeta? Supongo que sus jefes de prensa ya habrán pensado en ello y contratarán a extras y modelos para mostrar al planeta el mundo feliz en el que vivimos y la suerte de hacerlo en esta nuestra comunidad.

    06 octubre 2006

    061006 de principios y religiones

    Como ya sabéis, me he reincorporado a la vida laboral. Muchos me han dado la enhorabuena; para aquellos que aún no lo hayan hecho y estén tentados de hacerlo, que sepan que yo soy católico, y para los católicos el trabajo es un castigo, no una bendición. Si hubiera nacido … qué sé yo … protestante (que no protestón, que eso ya lo soy), el trabajo sería un modo de orar; pero no soy protestante. Y si hubiera nacido budista (el que tenga barrigota y sea calvo no quiere decir que lo sea), el trabajo sería un modo de encontrarme a mí mismo, pero no soy budista. Mi tradición es católica, así que el que quiera felicitarme por hacer algo contrario a mi religión, mejor que no me lo restriegue por la cara.