Días extraños estos en los que nos ha tocado vivir. Todo el mundo está enfadado; los unos porque los otros han puesto casi en la calle a un asesino, los otros porque por la gestión de los unos han tenido que ponerlo casi en la calle, aquellos porque casi se muere en la cárcel, mientras que los suyos, los del asesino, porque no se les ha muerto y se han quedado sin héroe.
Esto es lo que tenemos que sufrir en esta época de política de baja intensidad; y como las penalidades nunca vienen solas, encima nos toca padecerla en una campaña electoral continua en la que todo vale y se enlazan unas votaciones con otras.
Si el etarra levantara la cabeza (que lo hará cuando vuelva a atiborrarse de langostinos y brindar con champán) y viera que lo único que tienen en común políticos y terroristas en este país es que todos lo utilizan para sacar réditos partidistas, quizás se planteara volver a retomar su huelga de hambre de modo indefinido. Sería algo hasta noble. Pero para eso se necesitan dos dedos de frente y el afeitarse la cabeza no cuenta como paso evolutivo. ¡Qué desperdicio de langostinos y champán!
Todo el mundo tiene su oportunidad y los políticos han perdido la suya para estarse callados. Demuestran lo que son y lo poco que les interesa la ciudadanía. También éstos volverán a brindar celebrando los votos que hayan podido arañar a base de encenagarse y prostituir la Democracia. Es una cuestión de prioridades, y nosotros no estamos en la lista; mira, también en esto coinciden con los terroristas.
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