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  • 19 marzo 2007

    070319 de padres

    La naturaleza es caprichosa. De la misma manera que hace que nos guste o nos deje de gustar la verdura, o que prefiramos personas de pelo largo o morenas, a mí la naturaleza no me cargó con instinto paterno, no venía de serie.


    Por eso me cuesta entender por qué la gente tiene hijos, es algo fuera de mi alcance. Puedo entender que prefieran una pareja mucho mayor o del mismo sexo, no me parece raro que el complejo de Edipo haga que busquen personas parecidas a sus madres. Pero eso de los hijos …


    Yo prefiero los sobrinos, con los que estás un rato, te limpian la cartera, te patean el hígado y luego se van con sus puñeteros padres. Y tú como tonto con una sonrisa en la boca.


    No sé, será mi gen egoísta que en vez de perpetuar la especie con la creencia de que mis genes son la culminación de la escala evolutiva ve a ese saco de babas con pañales como una amenaza a su status quo.


    No es una cuestión económica, no; mis sobrinos son mi debilidad y consiguen de mí lo que quieren. Y si no consiguen más es porque a sus madres les da apuro sablearme. Ya crecerán y dilapidarán la herencia del tío.


    Supongo que es más una cuestión de territorialidad, como casi todo en este mundo. Y no me refiero sólo a un palmo de terreno.


    Desde mi posición de habitante de una casa, veo la llegada de un nuevo miembro como un reparto de un territorio ya de por sí escaso. Ahora está viviendo mi madre con nosotros y también lo ha hecho mi suegra alguna vez, pero esa sé que es una situación temporal y no soy para nada reticente; incluso disfruto la situación (bueno, de la puñetera madre de mi puñetera esposa menos, pero es lo que hay).


    Desde mi posición de disponedor de mi tiempo libre, sé que las tareas se multiplicarían y mis ratos de ocio se verían abocados a cero, teniendo que girar mi vida en torno a alguien que va a disponer de mi tiempo libre como mi jefe dispone de mi tiempo de oficina.


    Pero quizás sea mi posición de marido la que más se vea en peligro. Veo que mi mujer sufriría una metamorfosis pasando de MI esposa a SU madre y mi gen egoísta ahí es donde se hace fuerte.


    Una esposa compagina su vida con la tuya, la vida de una madre gira en torno a la de su cría. Pasas a un segundo plano, eres un convidado de piedra, un espectador privilegiado que apenas tiene ni voz, ni voto. El “tengo entradas para una obra de teatro” pasa a “no hagas planes para el fin de semana porque la niña participa en el festival de canción misionera”, planazo donde los haya. El “este año nos apretamos un poco el cinturón y hacemos un safari” pasa a “ni se te ocurra ir al fútbol porque hay que ahorrar para llevar a los niños a Disneyland”. El “vamos a quedarnos un ratito más disfrutando esta fantástica puesta de sol” pasa a “cagando leches para casa que tengo que bañar al Yónatan”. El “he pasado por Womensecret y no he podido evitar comprar este conjuntito” pasa a “hemos pasado por la zapatería y hemos comprado (en verano) estas katiuskas que estaban de oferta”. El “esta noche nos vamos tempranito a la cama y …” pasa a completarse con “… y ni se te ocurra acercarte a mí, que anoche no pegué ojo con los llantos del niño y tengo que descansar”. Que me expliquen a mí donde está la gracia.


    En fin, que lo mire por donde lo mire, no me convence. Creo que después de años buscando he acertado y he encontrado a alguien con mis mismos gustos, entre los que se encuentra el no querer tener hijos, porque de no ser así, reconozcámoslo, poco podemos hacer y por muy activistas que fuésemos del movimiento antihijos allí me veríais en El Retiro rodeado de 3 o 4 churumbeles.

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