Cuando a altas horas de la madrugada terminas alrededor de una botella, nada bueno puede salir de ahí. Si encima estás rodeado de gente que ha acabado en el mismo tugurio, la cosa empieza a ponerse complicada. Cada uno va contando sus batallitas y te das cuenta de que la vida es más complicada de lo que te contaron.
Ésta de aquí cuenta que su pareja, tras prometerle fidelidad eterna, comenzó a flirtear con cualquiera que le ofreciese lo que ella no podía darle. No es que no cumpliese, no; sencillamente él se casó porque quería controlar el cotarro, pero a los dos días pensó que conseguiría más con cualquier otra. Ella se enteró por la prensa y tuvo hacer como que no había oído nada para salvar las apariencias y, de paso, intentar parchear el matrimonio.
La otra de allí era a la que se había ofrecido la pareja de la primera. Era fruta apetecible, con la pareja venía la casa, pero no podía evitar pensar que con sus caprichos, igual que entonces se lanzaba a su regazo sin importarle los sentimientos de su mujer, de la misma manera la abandonaría a ella cuando considerase que ya no le era de utilidad.
El tercero, en el fondo, se quejaba de que era él el que había sacado a su mujer del arroyo, pero que cuando había intentado mantenerse firme en algo que para él era importante, ella a las claras lo había desprestigiado en público, diciendo lo absurdo de la medida y por añadidura de él.
El último se lamentaba de que a pesar del turbio pasado de su pareja, su promesa de cambiar lo cegó y le hizo abrirle su alma. El descubrir por una redada de la policía que, si cabía, estaba más metida en el pozo de la ilegalidad que nunca lo dejó perplejo y desolado.
Este texto no es de hombres y mujeres, aquí no hay buenos, ni malos. La situación podía haberse escrito de una manera o justo de la contraria. Trata más bien de lo complicadas que son las relaciones de pareja, sobre todo cuando una parte no entiende que toda relación es un tira y afloja y que hay que saber ceder a las necesidades del otro y mantenerse firme con las propias. Este encaje de bolillos es el que mantiene unida la pareja.
Qué solos se tienen que sentir Montilla, Más, Rajoy y Zapatero ahora que se dan cuenta de que cupido ha muerto y de que existe vida más allá de ellos.
Ésta de aquí cuenta que su pareja, tras prometerle fidelidad eterna, comenzó a flirtear con cualquiera que le ofreciese lo que ella no podía darle. No es que no cumpliese, no; sencillamente él se casó porque quería controlar el cotarro, pero a los dos días pensó que conseguiría más con cualquier otra. Ella se enteró por la prensa y tuvo hacer como que no había oído nada para salvar las apariencias y, de paso, intentar parchear el matrimonio.
La otra de allí era a la que se había ofrecido la pareja de la primera. Era fruta apetecible, con la pareja venía la casa, pero no podía evitar pensar que con sus caprichos, igual que entonces se lanzaba a su regazo sin importarle los sentimientos de su mujer, de la misma manera la abandonaría a ella cuando considerase que ya no le era de utilidad.
El tercero, en el fondo, se quejaba de que era él el que había sacado a su mujer del arroyo, pero que cuando había intentado mantenerse firme en algo que para él era importante, ella a las claras lo había desprestigiado en público, diciendo lo absurdo de la medida y por añadidura de él.
El último se lamentaba de que a pesar del turbio pasado de su pareja, su promesa de cambiar lo cegó y le hizo abrirle su alma. El descubrir por una redada de la policía que, si cabía, estaba más metida en el pozo de la ilegalidad que nunca lo dejó perplejo y desolado.
Este texto no es de hombres y mujeres, aquí no hay buenos, ni malos. La situación podía haberse escrito de una manera o justo de la contraria. Trata más bien de lo complicadas que son las relaciones de pareja, sobre todo cuando una parte no entiende que toda relación es un tira y afloja y que hay que saber ceder a las necesidades del otro y mantenerse firme con las propias. Este encaje de bolillos es el que mantiene unida la pareja.
Qué solos se tienen que sentir Montilla, Más, Rajoy y Zapatero ahora que se dan cuenta de que cupido ha muerto y de que existe vida más allá de ellos.
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