Hace unas semanas me encontré con Helena en una oficina municipal. A decir verdad, más que encontrarme con ella, vi como, desesperada, intentaba hacerse entender con el funcionario de turno. Al parecer estaba solicitando desde hacía años una serie de ayudas que, por temas administrativos, nunca llegaban. Con las demoras, la documentación caducaba y tenía que volver a llevarla una y otra vez. Así le pasó con la declaración de la renta, la nota simple del registro de la propiedad y hasta con el DNI.
Lo que más la sacaba de quicio era que al principio no le pidieron estar empadronada, pero con el paso de los años ese requisito se hizo obligatorio. Lo peor no era empadronarse o dejar de hacerlo, el problema estaba en que de no haber ido a la oficina a otros asuntos, no se hubiese enterado y hubiera perdido las ayudas.
El funcionario de turno decía que él era un mandao y tampoco tenía mucho sentido hacerle entender una situación que a él le llegaba de encima.
Salió echando pestes de Gallardones y Espes.
Más tranquila, unos días después me comentó que habían hecho un mal negocio, los del PP digo. Ella es, era, votante del PP desde hacía años, no tanto por convicciones políticas de ese partido cada vez más escorado hacia la extrema derecha, sino por contraconvicciones del PSOE local, más caciquil que el propio PP. Digo era porque por una cuestión administrativa había pasado de dar sus votos al PP en una circunscripción a dárselos a su oposición en otra, en la causante del estrago administrativo. Todavía no sabe a quién votará, pero ni Gallardón ni Aguirre deben esperar sus papeletas.
He recordado esta anécdota cuando me he quedado encerrado en el metro esta mañana. Situaciones como esta de que el tren se quede parado en medio del túnel durante minutos o de que tarde un 50% más del tiempo habitual ha dejado de ser noticia, no hay heridos, no hay sangre, pero es el pan nuestro de cada día en el transporte público. Sanidad, tráfico y demás despropósitos se unen para hacer de Madrid una de las ciudades más inhumanas del planeta.
Un político no tiene que ser un especialista, para eso están los técnicos; tiene que ser un gestor capaz de rodearse de los mejores y poner orden en sus filas. Si con el presupuesto que manejan y con la autoridad que tienen no son capaces de gobernar la empresa administrativa, es que el cargo les viene grande y deberían dejar paso a otros más capacitados. Gallardón inaugurando con un paraguas bajo una gotera sería sólo una triste anécdota de una notoria incapacidad.
Y a pesar de eso no hay alternativa. Zapatero decidió dar la Capital por perdida, metáfora de su alejamiento del centro. Mira, Bono sí que hubiera tenido opciones, sería pasar de un demagogo a otro, de un inepto a otro.
Me imagino a Dios diciéndole a Simancas: “Te he dado retrasos en las obras, goteras en las inauguraciones, escándalos y corrupción, ineptos en el gobierno, … ¿Pero qué más necesitas para ganar unas elecciones?”
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