Las mujeres no roncan … ellas sólo respiran fuerte.
¿A quién cojones se le ocurrió tal gilipollez? Evidentemente a un soltero. Bueno, ni siquiera. El fin de semana pasado volví a casa de mis padres después de unos meses fuera. Ya se me había olvidado lo que era eso, y también se me había olvidado por qué mi padre duerme con tapones en los oídos. A mitad de la noche salté de la cama como un resorte pensando que nos robaban el tractor. No, no era el motor del tractor, era mi madre roncando como una carraca. Ahí estaba yo, en gallumbos corriendo por medio del pasillo, tropezando con el mueble (que digo yo, que es criminal poner un mueble en un pasillo de menos de un metro de ancho con dos figuritas de Lladró encima; bueno, ahora una, que el loctite no hace tantas maravillas como pregonan los anuncios). Después de partirme la uña con el mueble terminé con la cabeza dentro del paragüero de bronce; al intentar quitármelo conseguí lo que normalmente no conseguía los días de lluvia, es decir, abrir a la primera el paraguas del abuelo. El estropicio fue de órdago; Pepe Villuela era un armonioso Baryshnikov o un frágil Nureyev comparado conmigo. ¿Y sabéis a quién me encontré cuando conseguí desembarazarme de la escafandra metálica?; no, a mi madre no, a ella seguía oyéndola soplar en la distancia. Pues era mi padre que a pesar de los tapones se había levantado porque pensaba que nos estaban robando la casa (a lo de creer que nos estaban robando el tractor ya se había acostumbrado).
En fin, que una cosas son los eufemismos y otra las mentiras, y si no que se lo pregunten a los políticos, sobre todo en época de elecciones.
A todo esto, mi mujer debe ser la única mujer del mundo que no ronca … ella sólo respira fuerte.
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