Este fin de semana se ha levantado la veda de las comuniones este año.
Hacia los 10 años los católicos comulgamos por primera vez y esto se
convierte en una celebración. Se mezcla lo religioso con lo popular, de
modo que además de ser una entrada en la edad religiosa adulta por parte
del niño, es una forma de mostrar el poderío por parte de los padres con
un banquete digno de su postín.
No digo que siempre sea así; es más, para los padres católicos convencidos
es predominante lo importante de comulgar y el seguir comulgando del niño
y para los que van a hacer el paripé es predominante la farsa y seguir
haciéndola a lo largo del tiempo.
En fin, de todo hay en este mundo.
Hace unos meses oí de los bautizos civiles. Igual que están los matrimonios
civiles (con una serie de derechos y obligaciones ante la pareja y ante la
Administración iguales a los matrimonios religiosos; las parejas de hecho
son otra cosa), se estaban haciendo bautizos civiles; realmente no hay
ceremonia de bautismo con agua, simplemente es una excusa para reunirse
y presentar al recién nacido.
Con el paso del tiempo llegarán también las comuniones civiles: en lugar de
llevar al chaval durante meses a catequesis para que participe de un rito en
el que no ha sido educado por los padres, se queda un día con la familia y amigos
y se celebra un fiestorro para celebrar que el chaval a entrado en la edad adulta
y se le hacen cuantiosos y carísimos regalos.
Tiene lógica. Y los católicos agradeceremos que no se utilicen nuestros
(muchas veces absurdos) ritos para algo para lo que no están (muchas
veces absurdamente) pensados.
Para concluir, una madre comentaba orgullosa por la radio hace unos años
que para la comunión su hija había pedido que no le hiciesen regalos, sino
que el dinero se ingresase en la cuenta bancaria de una ONG.
Eso también tiene sentido.
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